martes, 22 de junio de 2010

Mis recetas favoritas: sopa

Al contrario de lo que le ocurre a Mafalda, a Calamardita le encanta la sopa. Prefiere mil veces un buen plato de sopa que uno de patatas fritas, por ejemplo. Esto me lleva a cocinar cantidades ingentes de sopa de forma periódica, para así poder ir congelándolas en raciones individuales e ir utilizándolas poco a poco según vaya necesitando. Da igual que estemos a 3 grados bajo cero que cercanos a los 40; cuando Calamardita quiere sopa suena el zafarrancho de combate y hay que tener siempre preparada una ración. Mi costumbre, como digo, es congelar el caldo en raciones individuales con el pollo ya troceado y deshuesado. De esta forma, sólo tengo que descongelarlo, calentarlo y echarle fideos, letras o estrellas, dependiendo de la decisión de Calamardita. Bueno, a veces le cuelo estrellas por letras, pero como todavía no termina de distinguirlas bien, pues el truqui me vale, pero claro, este pequeño engaño tiene fecha de caducidad, evidentemente.

Una de las cosas buenas de Calamardita (aparte de parecerse cada vez más a Calamarda) es que tiene una memoria prodigiosa y si hace tres días te dijo que hoy quería sopa, debes apañártelas como sea, porque ten por seguro que ese día habrá que cenar sopa si no quieres tener un drama en casa. Esta previsión alimentaria me favorece el trabajo, ya que si veo que en el congelador no queda ninguna ración, siempre hay tiempo de ir a comprar los ingredientes necesarios. Y por supuesto tengo una máxima que debo cumplir siempre: los calditos concentrados que venden en forma de cubitos hipercalóricos e hipersalados que se los meta el que los ha hecho por donde le quepa: en mi cocina hace años que no entran ese tipo de venenos prefabricados hechos con sobras que te venden como si fueran productos gourmet. Además, antes compraba la verdura en esos bandejas preparadas que ya vienen envasados en los supermercados y grandes superficies, pero me he dado cuenta de que no hay punto de comparación con la calidad que obtienes si los compras de forma separada en una buena frutería, así que eso es lo que hago. En cuanto al pollo, también hace tiempo que dejé de comprar esas bandejas en supermercados, ya que la calidad que te ofrece una buena pollería, supera, con mucho, la de estos lugares.

Así pues, los ingredientes para hacer una rica sopa calamarda son los siguientes (el que quiera cantidades exactas, ya sabe que existe una web del Canal Cocina que es la repera y esta mucho mejor diseñada que este blog). Antes de que se me olvide: este caldo que yo utilizo para sopa, es perfectamente válido, como veremos cuando corresponda, para hacer croquetas o como base para el caldo a añadir a un buen arroz en paella. Necesitamos, pues, lo siguiente:

- Varias zanahorias.
- La mitad de un repollo de tamaño normal.
- Apio (el de la foto esta un poco pocho, pero al frutero no le quedaba otro y había que apañarse con lo que había).
- Un buen nabo (con perdón).
- Un par de puerros.
- Un buen trozo de tocino.
- Una jugosa pechuga de pollo.
- Unos muslos de pollo.
- Una carcasa de pollo. Últimamente he descubierto que añadir esta carcasa le da un sabor extraordinario a la sopa, y por supuesto, la compro siempre en la pollería de confianza, jamás la compro en un supermercado, no vayamos a liarla. Yo no le echo aceite, ya que con el pollo, y sobre todo el tocino, se aporta la cantidad suficiente de grasa.

Como puede comprobarse, uno de los grandes secretos de la receta está en juntar un buen nabo con una jugosa pechuga, porque de esa combinación maravillosa surgen siempre, como no podía suceder de otra manera, grandes caldos.

El siguiente paso es poner en una buena olla donde quepa todo eso, un montón de agua y sal, que pondremos a hervir a fuego vivo mientras vamos pelando toda la verdura. Hay que tener en cuenta que la verdura crece en la tierra (¡puagh!) y habrá de pelarse bien, tanto el nabo como el resto de verduras, y enjuagarla covenientemente con agua del grifo, para quitar posibles restos indeseados, sobre todo teniendo cuidadín con los plieges del repollo, los puerros y el apio.  Ésta de pelar las verduras es la parte mas coñazo de la receta, y por esa razón ha venido a echar una mano Bob Esponja (hale, ya tengo más visitas del Google) que además se huele que esta noche va a cenar a base de bien.
No hay nada mejor que una reunión de grandes amigos, alrededor de una buena cerveza mientras se hace la comida

En cuanto al pollo, pues yo lo pongo sin piel, por lo que le digo al pollero que me limpie los muslos (del pollo, no vayamos ahora con tonterías). Luego ya reviso yo en casa la carcasa, y la pechuga como te la da ya limpia, pues nada, a la olla.

Así que una vez que está el agua caliente, y la verdura y el pollo limpio cada uno por su lado, echamos en la olla ya caliente toda la verdura y el trozo de tocino. Lo que yo hago es llevar todo eso a ebullición, y cuando está ya bien caliente el agua, pues le pongo el pollo. Bajo el fuego a la mitad, para que ¡chup chup! se vaya haciendo poco a poco y se vayan juntando los sabores y las sustancias que cada ingrediente aporta. De vez en cuando vamos desespumando los posibles restos que van subiendo a la superficie, para obtener un caldo lo más limpio posible. Después de dos horas de cocción tenemos ya prácticemente hecha la sopa, y los sabores, sustancias, vitaminas y todo lo que pueda aportar cada uno de los ingredientes por separado, se han juntado en una maravillosa preparación de potente sabor. Como a mí me gusta que el caldo resultante tenga un color blanco intenso, he descubierto que la última media hora de cocción bajo el fuego al mínimo tapando la olla, y en el último momento, durante 10 minutos le arreo fuego a toda pastilla y logro, no sé por qué razón, el color deseado. Yo creo que tiene que ver con la grasa que aporta el tocino y el pollo, ya que ese último golpe de calor intenso probablemente provoque su disolución completa y su integración con el agua. Yo que sé.

El caso es que una vez que está la sopa terminada, lo que hago es colar el caldo para que quede limpio. Separo las verduras del pollo, el cual deshueso y desmenuzo para ir distribuyéndolo poco a poco en las raciones individuales, que irán directas al congelador, con la fecha de envasado, una vez que se haya enfriado. En cuanto a la verdura resultante, el repollo y las zanahorias pueden aprovecharse para una buena cena, regado con buen aceite de oliva extra virgen, y aliñados con sal y un poquito de pimentón (al gusto), que recién me acaba de traer un gran amigo desde la Comarca de la Vera, en Extremadura: ¡gracias por leer el blog y por acordaros de mí durante el viaje!, siempre es un placer quedar con vosotros.

En las noches frías de Madrid, un buen plato de esta sopa hace que se repongan fuerzas y se alimente el alma, aportando la fuerza necesaria para levantarse al día siguiente y seguir adelante, en estos tiempos complicados que nos ha tocado vivir.

Amén, y que aproveche.

2 comentarios:

fotoTraspi dijo...

¡Qué rica!

Calamardo dijo...

Te voy a nombrar comentarista oficial del blog....

bueno, la verdad es que eres el unico que deja comentarios.

Gracias!!! porque la verdad es que hace ilusion :-)