viernes, 29 de abril de 2011

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

Hoy día la tecnología inunda nuestras casas.

Quien más, quien menos, tiene en su casa como mínimo un ordenador. En mi caso ha habido momentos que me he juntado con hasta tres. Ahora, habitualmente, hay dos.

Todos tenemos, por lo menos, un reproductor de DVD o Blue Ray; una televisión plana de muchas pulgadas, consolas para videjuegos que se han convertido en el principal centro de ocio del hogar y que permiten reproducir infinidad de formatos... y todo eso conectado a internet, accediendo a todo tipo de contenidos multimedia.

Tenemos tecnología punta casi de última generación guardada y olvidada en cualquier cajón: ¿acaso no seguimos teniendo nuestro penúltimo móvil que apenas hace dos años era lo último de lo último?

Y no digamos nada de los reproductores de MP3, MP4...

Pero claro, en los albores de esta época que nos ha tocado vivir todo esto era un sueño futurista cargado de glamour tecnológico.

Y en esos años... en la década de los 80, la marca Sanyo (ahora hay mucha gente que ni siquiera la conoce) se desmarca de la competencia con un pedazo de anuncio que, de alguna manera, fue capaz de anticiparse a su tiempo y de indicarnos por dónde iban a ir las cosas: un estilo y una forma de vida que en la cual ya vivimos. Un spot perfectamente rodado, cargado de una elegancia tecnológica que me recuerda a escenas de "2001" y "Blade Runner" (fuentes de inspiración de las que bebe sin complejos, y así nos lo hace saber). A ver si alguien ha visto alguna vez un microondas con más clase que el que aparece en este anuncio. Jamás ese humilde electrodoméstico alcanzó en otro spot publicitario un estatus similar al que consigue aquí. Lo digo en serio.

Recuerdo perfectamente que la primera vez que lo ví me quedé pegado al televisor y pensé: "yo quiero hacer cosas así cuando sea mayor". Pero no pudo ser, así son las cosas...

Recuerdo también que iba de cadena en cadena (sólo había dos... tampoco era muy difícil) intentando pillarlo para verlo. Al principio de la campaña se emitía el anuncio entero; luego una versión resumida que ya perdía casi todo su poder... posteriormente dejó de emitirse, claro. Pero se me quedaron grabadas a fuego aquellas imágenes y esa música que juntas hacían "clic" en alguno de esos resortes que cada uno tenemos por dentro y que de alguna forma activan algo en eso que solemos llamar alma. No sé qué, pero algo.

Con el paso de los años descubrí que la música era de Jean-Michel Jarre, un hortera de mucho cuidado (con perdón a los que le gusta su música y disfrutan con ella), y me hice por casualidad con el disco que contenía aquella canción con música hipnótica.

Lo intenté. Varias veces lo intenté... muchas.

Pero fue en vano. No había forma, sólo con la música, de despertar las mismas sensaciones y emociones que aquel anuncio produjo en mí años atrás. Para mí es como una magia inexplicable: música e imágenes combinadas sabiamente; elementos que se unen en un todo, creando un mensaje que cada uno, por separado, son incapaces de generar.

La magia ocurre a veces.

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