El descubrimiento de las primeras ruinas de una civilización perdida
En 1993 yo compartía piso con otros amigos estudiantes universitarios en un piso de Granada, después de dejar Fondo de Bikini y salir de debajo de las faldas de la Sra. Tentáculos. Por aquella época yo ya era aficionado a los cómics, aunque mi perspectiva de este mundo cambió cuando un día vine de la facultad, harto de escuchar majaderías sin sentido, y me encontré aquellos volúmenes encima de la mesa del salón.
Siempre he sido un gran lector de cómics, desde niño, cuando aprovechaba las tardes libres que me dejaban mis tareas del colegio para ir a una pequeña habitación que, en aquellos tiempos de principios de la década de los 80, alguien llamaba de forma generosa "Biblioteca Municipal de Fondo de Bikini". Mis lecturas se basaban en Tintín (en aquellas ediciones en las que el lomo venía cosido en tela y hoy cuestan un fortunón) y Astérix, ya que era lo que había disponible; y fue allí, en aquella habitación oscura que olía a cerrado donde nació mi afición por los cómics. No tengo recuerdos de cuándo fui por primera vez a esa biblioteca, ni tampoco me acuerdo de por qué yo empecé a leer cómics allí, ni tampoco consigo tener recuerdo alguno de quién me dijo que existía algo así como un sitio lleno de libros y cómics donde uno podía ir a leer gratis lo que quisiera. Simplemente me acuerdo de que por las tardes yo iba a leer cómics allí, sólo cómics.
Además, tuve la enorme fortuna de que el mejor MAESTRO que uno haya podido encontrarse en su vida se cruzara en mi camino: D. Manuel Motos. Mi profesor de Ciencias sociales e Historia durante 6º, 7º y 8º de la antigua EGB. Este profesor montó en su aula la mejor biblioteca de cómics que uno pudiera desear en aquel momento: había colecciones (incompletas todas ellas, eso sí) de Astérix, Tintín, Blueberry, Iznogoud, Lucky Lucke, Valerian, Mac Coy... lo mejor del cómic francobelga en las históricas colecciones de Grijalbo en cartoné. Con 11 o 12 años, ya pude leer obras de Carlos Giménez como "Paracuellos. Auxilio Social" y recuerdo perfectamente la sensación de intranquilidad que me provocaban aquellos niños de ojos grandes y apariencia tristísima... ¿Quién me iba a decir que muchos años después conocería y me tomaría un café en casa de la persona que los dibujó? Por otra parte, había la posibilidad de poder llevarse a casa estas obras mediante préstamo, por lo que todo eran facilidades para la lectura. Se puede decir que tanto la "Biblioteca Municipal de Fondo de Bikini" como la biblioteca escolar que montó D. Manuel Motos, me influenciaron 100% no sólo en mi formación como lector, especialmente como lector de cómics, sino también que marcaron, para bien o para mal, mi formación académica y profesional.
Además de estas lecturas, como buenamente podía la Sra. Tentáculos en casa, porque los cómics siempre han sido caros, por lo menos desde que yo los conozco; la Sra. Tentáculos, como digo, siempre que podía llevaba a casa de vez en cuando algún que otro Mortadelo en aquellos días de cama y manta por culpa de las enfermades que los niños suelen tener cuando son pequeños. Como cualquier hijo de vecino, ante cualquier enfermedad que requiriera los cuidados de una madre atenta, uno debía quedarse en casa reposando la fiebre de los resfriados y los dolores de barriga o de oído, y esos momentos eran más llevaderos con un Mortadelo en la mano, y con las atenciones de una madre preocupada y siempre al quite ante cualquier problema, con respuesta para todo.
En mi última época como estudiante de EGB, recuerdo que llegó a la biblioteca escolar una remesa de cómics que ya me pusieron sobrealerta de que había algo más que yo no conocía: de repente aparecieron en el aula un montón de cajas llenas de "Comix Internacional", "Zona 84", "1984"... y recuerdo que me quedé totalmente pasmado de lo que aquel tipo de cómic me estaba ofreciendo (además de porque salían mujeres en pelotas, ¡glups!), y me quedé especialmente fascinado por la forma de dibujar aviones de un autor que, por aquel entonces, para mí no tenía nombre; sólo un "Giménez" aparecía escrito en algunas viñetas. Y entonces hice algo que no debía: en una de esas revistas me encontré con una historia de 8 páginas, titulada "Entropía", con unos dibujos increibles. Trataba de aviones de la Segunda Guerra Mundial, que eran atacados por cazas alemanes y de repente aparecen naves espaciales, y donde antes había aviones, ahora hay naves, y donde antes aparecían naves, ahora había bombarderos. Yo no entendía nada (de hecho no entendía ni lo que significaba el título de esa historia), pero aquellos dibujos me estaban diciendo algo, aunque todavía no sabía qué. Así que tomé la decisión de que aquellas hojas debían ser mías; cogí unas tijeras, las recorté, las metí cuidadosamente en un cuaderno y me las llevé a casa. Durante años y años yo miraba y remiraba aquellas páginas robadas e intentaba averiguar a qué cómic pertenecían (ojo, que en milnovecientosochentaytantos no existía internet, ¿vale?). Casi 30 años después aún conservo aquellos recortes, guardados con cuidado entre las páginas del álbum al que pertenecen realmente, un álbum que compre, 20 años después, y firmado por el propio autor: "Cuestión de tiempo".
Una vez que terminé la EGB e inicié mis estudios de Bachillerato mi afición quedó en un estado de hibernación, un prolongado letargo que duró varios años en los que apenas leía algún que otro Mortadelo que seguía cayendo en mis manos ya que, por cuestiones de deberes de estudio, dejé de ir a la Biblioteca Municipal, y la biblioteca del centro donde estaba estudiando era prácticamente inexistente. Por otro lado, Fondo de Bikini no es que sea el lugar ideal donde comprar cómics. En la "Librería nueva", que es como conocíamos a la papelería-librería que había cerca de casa, de vez en cuando aparecía algo, imagino que como consecuencia de algún saldo o descatalogación de algún distribuidor, más que como signo claro de que se pudiera crear alguna que otra sinergia que permitiera la adquisición de cómics de forma más o menos normalizada. Con el paso del tiempo, y conforme mi colección iba creciendo, alguna que otra vez la Sra. Tentáculos me dice a grito pelado que a ver qué hace con tantos cómics, que en la casa de Fondo de Bikini no hay sitio y que tengo más que en todas las librerías del pueblo juntas, algo que nunca jamás he dudado que no fuera cierto, realmente.
Y así llegamos a aquella tarde en Granada en la que descubrí, encima de la mesa del salón, en aquel piso con piscina que sólo podíamos pagar porque éramos 7 estudiantes compartiendo piso, cada uno de su madre y de su padre, excepto yo y mi hermano, que dice la Sra. Tentáculos que compartimos padre y madre, y otros dos amigos hermanos que compartían madre y padre entre ellos (y que con el tiempo se convertirían en mi familia política -aunque yo aún no podía saberlo-); descubrí, insisto, varios ejemplares de un manga llamado "Akira", un cómic titulado "ADN", de un tal Fernando de Felipe y otro llamado "Basura" de un tío que firmaba como "Giménez" en algunas viñetas, y que respondía al nombre de Juan Giménez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario