Recuerdo que la primera vez que probé un flan de huevo fue en el comedor de estudiantes de la Universidad de Granada, donde de vez en cuando lo ponían de postre, ya que en casa de la Sra. Tentáculos no era un producto que se comprara ni se cocinara. Supongo que el hecho de que un día pusieran flan de huevo se debía sobre todo a la cercanía de la fecha de caducidad del producto. Imagino que si en los almacenes de Dhul (que era la marca que nos ponian) había alguna partida próxima a caducar seguramente se los dejaban a buen precio a la Universidad, para que de esa forma no terminaran tirándose y así sacar por lo menos un dinerillo para cubrir costes. Pero eso son suposiciones mías, claro. Lo que sí es verdad es que a veces no sólo bastaba con mirar la fecha de caducidad, sino que la cosa estaba tan apretada que a veces dependiendo de la hora a la que te lo tomabas, podías estar dentro o no del plazo de caducidad fijado por el fabricante.
Eran tiempos de vivir al límite.
La verdad es que en cuanto a marcas comerciales, mi favorita sin lugar a dudas, es Dhul, de origen precisamente granadino y que ahora se encuentra pasando malos momentos. No es un producto precisamente barato, y puesto que a mi me gusta de vez en cuando darme un gustazo, un buen día decidí que quería aprender a hacerlo ("si algo te gusta, aprende a hacerlo y lo tendrás siempre que quieras"). Pero claro, no es como el flan de vainilla de esos de polvos que venden en los supermercados, no. En este caso no hay polvos que valgan y hay que hacerlo de la forma tradicional. Lo malo es que por aquellos entonces yo no tenía ni idea de como se preparaba aquello.
Así que después de preguntarle a la Sra. Tentáculos, la cual no tenía tampoco ni idea, fue a su vez a preguntarle a una vecina que sí sabía cómo se preparaban. Insisto en lo que he dicho alguna que otra vez: internet no ha existido siempre, y ha habido una época donde las únicas fuentes de información receteril eran los libros, y si uno no tiene a mano uno de recetas, pues es lo que hay; no queda más remedio que investigar.
El flan de huevo no tiene mucho misterio, pero hay que saber los ingredientes y la forma de prepararlos mejor, así que una vez conocida la técnica básica, con el tiempo, se van añadiendo mejoras para logar el aspecto, la textura y el sabor que uno busca.
Así pues, los ingredientes básicos para hacer un buen flan de huevo son los siguientes (depende de las raciones y el tamaño, claro, pero estas son las medidas que yo suelo usar):
- 6 huevos.
- Entre 500 y 750 cc de leche. Como en mi casa se usa semidesnatada, pues eso, usamos semidesnatada. Pero supongo que vale cualquiera.
- 6 cucharadas soperas colmadas de azúcar. Yo en este caso, de las 6, 4 cucharadas fueron de azúcar avainillado, que tenía desde hacía tiempo y que, como estaba próxima a caducar (comos los flanes Dhul de los comedores universitarios de Granada) pues decidí que sería una idea usarla para el flan. Y la verdad es que creo que sí fue una buena idea.
Lo primero de todo es preparar la leche. Tienes dos opciones: o echar la leche a los huevos batidos así, tal cual, o realizar una elaboración previa que añada más sabor al flan. Y eso es lo que hago yo. Con el tiempo suficiente de antelación, llevo a ebullición la leche, a la cual he añadido unas ramas de canela y un poco de cáscara de limón (sin lo blanco, que amarga). Ésto hay que hacerlo un buen rato antes, y darle tiempo a la leche para que se enfríe, ya que evidentemente no se puede echar caliente al huevo batido, que al final cuajaría. Con esta preparación previa se consigue un mejor sabor para el flan, y merece la pena este pequeño trabajo adicional que mejora sustancialmente el resultado final.
Una vez que tenemos la lecha fría nos cogemos los huevos y los batimos. Una vez que están bien batidos, le incorporamos el azucar y seguimos batiendo hasta que esté todo bien mezclado. En otro recipiente habremos echado la leche colada, ya fría.
Una vez que está todo batido y bien batido, lo mezclamos todo y volvemos a mover para conseguir una mezcla homogénea.
A todo esto, el horno se pone a precalentar a una temperatura de 180-200º. Por algún sitio de internet he leído que lo mejor para hacer el flan de huevo es no poner la temperatura muy alta, más allá de 100-120º, pues de esa forma se evitan las pompitas dentro del flan. Pero es que a mí, esas pompitas son las que le dan más gracia, son como las burbujas de la Fanta naranja... que sin burbujas parece que sabe a meaos de vieja.
Además, hay que preparar el caramelo líquido, si queremos prepararlo nosotros, claro, que también podemos comprarlo ya hecho. Si decidimos hacerlo nosotros mismos, lo que necesitamos es una sarten antiadherente, como 4 o 5 cucharadas más de azucar, y un poquitín de agua. Ponemos en el fuego la sarten con el azúcar y el agua y lo ponemos a fuego vivo hasta que coja el color del caramelo que todos conocemos, y cuando tenga ese tono a barniz oscuro, vertemos sobre el molde.
Como se puede observar, yo uso un molde de esos de Pyrex, porque los típicos de flan, de esos metálicos con los bordes ondulados son un coñazo de mucho cuidado para desmoldar, mientras que los de este tipo son un gustazo y se desmoldan fácilmente.
Una vez que tenemos la base de caramelo, echamos la mezcla de huevo y leche. Aunque parezca mentira, en este caso la cantidad estaba medida a ojo: im-pre-sio-nan-te.
Lo metemos en el horno precalentado, al baño maría, como se ve en la foto, durante un tiempo que no sé decir cuál es, la verdad. Yo lo que hago es cuando lleva ya un tiempo le pego unos meneos a la bandeja y si veo que tiene pinta de estar cuajado, pues lo saco. Normalmente uso el truco de meter un mondadientes y si sale limpio, significa que está hecho. Pero no sabría decir exactamente cuánto tiempo lo dejo en el horno, así que mejor me callo.
Lo que importa es que una vez que pasa ese tiempo imaginario, el resultado es algo parecido a esto (me encanta esa capita requemada que se me queda por encima....):
Una vez fuera del horno, con un cuchillo fino lo pasamos por los bordes para despegarlo y que cuando llegue el momento de desmoldarlo, sea más sencillo. Es importante que lo dejemos enfriar un poquito y se asiente la preparación para evitar que al ponerlo sobre un plato se rompa, pues aún está caliente.
No es porque lo haya hecho yo... pero es que quedó muy bueno. Fue el postre que preparé un domingo, en el que no había nada especial que celebrar, pero que fue el colofón a una comida compuesta por un plato de jamón de jabugo, un par de paletillas de cordero al horno (que algún día pondré la receta), acompañadas de unas patatas panadera (tremendas), regado todo ello con un Rioja de crianza que llevaba dando vueltas por casa sin abrir desde Nochevieja y un pan de centeno casero que quitaba el hipo.
Menos el jamón y el vino, todo lo demás hecho en casa. No está mal la proporción ¿no?.
1 comentario:
joer q pinta tiene! la señora tentaculos dice q estas hehco un cocinillas
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