Definitivamente mi sentido arácnido está totalmente reactivado.
En los cómics, Spiderman tiene un sexto sentido especial, propio de sus poderes especiales de superhéroe, que le avisa cuando un peligro acecha y le hace ponerse alerta. A mi, desgraciadamente, no me avisa de los peligros ni de los jardines donde me meto (y si lo hace, no le hago ni puto caso), pero me es muy útil para otros aspectos de mi vida, principalmente en lo que se refiere a mi faceta de coleccionista.
Uno tiene aficiones que no son nada especiales, pues son muy típicas y tópicas, pero lo que sí son es caras. Me gusta leer tebeos, me gusta jugar con mis consolas y me gustan las maquetas. El tema de los precios en mis juegos para mis chicas (Wii, PSP y PS2) lo he conseguido solucionar gracias a unas cosas que se le ponen y/o instalan y hace que funcionen con "copias de seguridad". Y no, no tengo remordimientos de conciencia: por mi adsl (el cual tengo por motivos de trabajo) pago un cánon, el disco duro de mi ordenador pagó un cánon, mis DVD que compro pagan un cánon, mis unidades de USB y tarjetas de memoria, igual, pagan su correspondiente cánon. Me siento totalmente legitimado a bajarme todo lo que me da la gana.
Y punto.
Además, ni de coña me hubiera comprado todo lo que me he bajado, entre otras cosas porque los juegos que me bajo suelen ser antiguos. Un ejemplo: hace unas semanas le puse el chip a mi PS2 que compre hace unos 4 años. Durante ese tiempo me compré para esta plataforma 10 juegos (a uno de ellos ni siquiera le he quitado aún el plástico protector), o sea, que no soy un comprador habitual de este tipo de productos, porque me suelo contentar con poco. En estas semanas que la tengo con el chip me he bajado otros tantos, pero que no están disponibles en tiendas. De hecho son tan antiguos que hasta me ha costado mucho encontrarlos en Internet. Es decir, que mi influencia en la crísis del sector (si es que la hay) es nula. No es una excusa, es un hecho.
En cuanto a los cómics, compro todo lo que quiero y me dejan, me gasto un pastizal, y mi presupuesto (mucho y casi ilimitado por ahora) en ocio se va casi todo en ellos. Es un producto caro y aunque conozco muchos sitios de donde bajarlos escaneados, no es algo que me guste, ya que me considero un poco "bibliófilo" y me gusta tener el cómic entre mis manos. Solamente he leido un cómic en mi pantalla de ordenador y fue porque no es una obra que se haya editado en España. Y la verdad es que me costó mucho terminarlo pues no terminaba de acomodarme a este sistema de lectura.
Evidentemente no tengo tiempo para todo y en cuanto a las maquetas, mi afición deriva hacia aquellas que ya vienen montadas o que requieren un mínimo de montaje y no hay que pintar. He de decir que se me da bien montar y pintar maquetas, algo que hice en el pasado con bastante buenos resultados, pero no dispongo del tiempo necesario para hacer ese trabajo. Como tampoco tengo dinero para todo, en cuanto a las maquetas no suelo gastarme mucho dinero y han de ser precios mas o menos asequibles y compatibles con mi afición comiquera.
Y aquí es donde entra en juego mi sentido arácnido.
"En ocasiones veo muertos", le decía el niño a Bruce Willis en la película aquella. Pues bien, yo muertos no veo, por ahora, pero creo que escucho voces que me llaman. Esto de por sí ya es problemático y preocupante, pero si tenemos en cuenta que esas voces que yo escucho provenien de objetos inanimados que no tienen capacidad física (ni parapsicológica) para emitir sonidos o cosa que se le parezca, el asunto no deja de ser, como mínimo, curioso. Lo que quiero decir es que los cómics me hablan y me llaman cuando están en las estanterias de las tiendas. El alcance de esa llamada no creo que sea mucho, apenas unos pocos metros, pero ¡coño! teniendo en cuenta que escucho voces provenientes de objetos inanimados, la cosa de por sí ya es un logro, que tampoco soy una antena parabólica.
Como decía, mi sentido arácnido funciona en otros aspectos de mi vida aparte de mi faceta multicoleccionista, pero es aquí donde lo tengo más desarrollado. Me dí cuenta que lo tenía durante mi formación universitaria en Granada y Málaga donde fui desarrollándolo con bastante habilidad durante las ferias de libro antiguo, segunda mano y ocasión que se llevaban a cabo en esas bonitas capitales andaluzas. Porque he decir que hay ciudades donde el calificativo "de segunda mano y ocasión" áun se utiliza para indicar que es posible encontrar chollos a buen precio. Por ejemplo, en Madrid no significa eso. Si tu ves una tienda que pone "Libros de segunda mano y de ocasión", lo que en realidad quiere decir es: "Mierda antigua a precios desorbitados". Es conveniente saberlo, porque te puede pasar como a mí y te sientas estafado en más de una ocasión. Hasta que aprendas. En Madrid los chollos (en cuanto a libros o cómics serefiere) has de buscarlos bajo otra nomenclatura: "Saldos" o "restos de colecciones", "descatalogados"... aquí es donde debes buscar, amigo. Algún día hablaré de esto.
Pues bien, en mi periplo universitario granadino, que fue donde se originó mi pasión por los cómics (ver la etiqueta "Comicteca", aquí a la izquierda), me dí cuenta de que tenía cierta habilidad para descubrir puntos "calientes" más allá de los círculos habituales de distribución de cómics. Primero descubrí los puestos de libros en las ferias del libro antiguo y de ocasión, que son una verdadera mina para encontrar material descatalogado en provincias. En ellos es frecuente encontrar un rinconcito donde poder bucear entre montones y montones de volúmenes amarillentos hasta encontrar lo que uno busca (y descubrir de donde provienen las voces, en realidad) a precios muy competitivos. Así he encontrado grandes tesoros, como mi coleccion de cómics "Leyenda de los pueblos olvidados", una obra maestra y que fue la primera vez que me dí cuenta de que poseía el Don.
Luego esa capacidad para encontrar cosas interesantes fue creciendo, y me permitió, con una simple ojeada, saber si en un kiosco, o una tienda, ubicados en algún callejón o calle secundaria (son las que mejor juego dan), contenía algún tesoro oculto. Así fue como descubrí, un buen dia, cerca del piso que compartía en algún momento con alguien, una tienda miserable donde localicé cientos de cómics de la editorial Bruguera a un precio irrisorio, en una callejuela cerca de la parte antigua del Hospital Universitario San Cecilio, en lo que por aquel entonces era un inmenso solar desocupado en todo el centro de la capital granadina, muy cerca de la plaza de toros. Recuerdo que esa tienda me estuvo llamando mucho tiempo, hasta que me decidí a entrar, y cuando lo hice, fue como entrar en la cueva de Alí Babá: montones y montones de cómics de todo tipo y pelaje amontonados unos sobre otros. Navegar por aquellas montañas de papeles me llevaría su tiempo, pero poco a poco conseguí desbalijar la tienda (o mi menguada cuenta corriente, según se mire) y creo que supe extraer de aquellas pilas de libros lo más interesante. Por lo menos para mí.
La tiendecilla estaba al pie de esa pequeña escalinata, en donde antes había un descampado a la izquierda, y ahora hay un ejemplo de un TPUA (Típico Pelotazo Urbanístico Andaluz), cortesía de Google Street View. Esas dos señoras no sé quiénes son
Y mira que a mi me cuesta, que después de cinco años llendo al mismo frutero no sé ni como se llama, pero al final, con tanto ir y venir, hice amistad con el dueño, claro. Me contó que todo ese cúmulo de libros, cómics y novelas, las había conseguido de saldo cuando los fondos de la gran
Editorial Bruguera fueron vendidos por cuatro perras y la empresa fue desmontada poco a poco. Parece ser que le dijeron que todo lo que cupiera en la "frogoneta" se lo podía llevar. Lo que así hizo. Imagino que la tienda, no recuerdo ahora, vivía de la venta de la prensa diaria y de revistas, y desconozco si sigue abierta o no. El caso es que poco a poco fuí haciéndome con casi todo lo que me gustaba, y aquellos volúmenes pasaron de coger polvo en una oscura tienda granadina, a coger polvo en las estanterias de la casa de la Señora Tentáculos en Fondo de Bikini, donde descansan plácidamente desde hace por lo menos 15 años.
Una de las últimas hazañas de mi recobrado sentido arácnido se produjo hace unos meses, durante el verano de 2010, en tierras africanas, en Melilla. Andaba yo sudando por el centro de la ciudad buscando cualquier baratija tecnológica (no se por qué, pero es llegar a Melilla y me entran unas ganas locas de comprar cualquier cosa que funcione a pilas) cuando de repente sentí la llamada. El caso es que en Melilla no había tiendas de cómics, pero me puse alerta pues tenía la experiencia de que gracias a mi sentido arácnido descubrí un dia de agosto del año 2003, en una librería de allí, que además es juguetería,
un tebeo que llevaba tiempo buscando y que ya por aquel entonces estaba totalmente agotado y descatalogado, y que resultó ser una joya de primer orden: La juventud del Tio Gilito. Estaba en la parte superior de un expositor, y pasaba totalmente desapercibido a los ojos de los niños que eran, en definitiva, mis mayores enemigos en cuanto a la hora de su adquisición, pues la portada tiene la apariencia de un tebeo infantil. Esa posición tan extraña a la hora de mostrarlo al público fue la causa que hizo posible que aquel volumen llegara hasta mí. Porque, como veremos más adelante, siempre hay una razón.
Pues eso, volvemos al verano de 2010 ya que de repente me puse alerta pues paseando vi a lo lejos un cartel de una tienda que no recordaba que estuviera ahí.... y por la forma del rótulo y el nombre (que ahora no recuerdo) me di cuenta de que mi sentido arácnido me estaba poniendo en alerta Defcon 1. Efectivamente, cuando llegamos a la puerta mis sospechas se confirmaron: era una tienda de esas que venden maquetas, figuritas, artículos de regalo relacionados con series de TV y que además contaba con una pequeña sección de cómics. Asi que mientras la Señora Calamarda se paseaba con la pequeña Calamarda por entre los regalos de Bob Esponja, yo me dediqué a intentar localizar el lugar de donde provenían aquellas voces que no dejaban de gritarme de forma silenciosa.
Primer vistazo y nada. Parecía falsa alarma, así que volví junto a mis Calamardas.
Decido volver a las estanterías de cómic. Hay algo dentro de mi cabeza que insiste en que siga buscando allí. Lo malo es que no sé lo que busco ni la forma que tiene el tomo. Así que la cosa es más complicada de lo que parece.
Vuelvo a desistir, pero esta vez cojo un ejemplar de otro cómic, que también me llamaba, pero menos. ¿Sería éste el que me llamaba? Puede ser. Vuelvo con las Calamardas.
Sigo oyendo voces.
- ¡Cállate ya!, ¿te he cogido, no?, pues silencio. - Lo miro pero no es él quien emite mi nombre entre susurros.
- La madre que me..... - A seguir buscando.
Vuelvo a las estanterias y decido ir balda por balda, ejemplar por ejemplar, porque las voces son cada vez más insistentes. Al poco rato, lo encuentro,
aquí está. Y ahora entiendo lo de las voces. Es un cómic de una pequeña editorial que está agotado en todos lados. Lo peor de todo es que meses antes lo tuve entre mis manos y pensé: "ya lo compraré en otra ocasión", pero por mucho que lo busqué después ya era tarde, estaba agotado. Imagino que la tirada tuvo que ser realmente corta. Al final la compra mereció la pena, y espero que la editorial siga su publicación, pues este primer volumen recopila las dos primeras historias de la que consta la colección. Y es que, amigos, en esta tienda se juntaban dos elementos potencialmente explosivos a la hora de encontrar material interesante:
- Era nueva: con lo que seguramente, para su apertura, se había hecho con un buen fondo de productos para poder tener un inicio interesante para los posibles compradores. Ojalá tengan suerte y siga abierta muchos años, pues es la típica tienda en la que me voy a gastar mucho dinero en mis viajes a Melilla, y que la verdad echaba de menos algo así por allí.
- Al ser un producto con poco tirón en una ciudad sin tradición en ese tipo de tiendas, era más que probable que se pudiera encontrar material interesante que, en tiendas similares en Madrid, vuela rápidamente.
Y es que Madrid es un buen sitio para comprar cómics, por aquello de la amplia diversidad de tiendas, pero presenta el problema de que como tardes en hacerlo, te quedas sin lo que quieres. Es una ciudad con poco stock, realmente, pues las tiendas básicamente distribuyen novedades, y cuentan con poco fondo. Cuando necesito comprar un cómic que tiene ya un tiempo en el mercado, lo suelo hacer a través de tiendas on-line en internet (todas de Barcelona, no sé por qué), que me ofrecen mucha más oferta que las de Madrid. Yo ya sé que si me paseo por el centro buscando cómics que no son novedades, las posibilidades de fracaso aumentan considerablemente.
En realidad, mis 11 años viviendo en la capital del Reino siguiendo esta metodología, han conseguido atrofiar mi sentido arácnido hasta dejarlo casi inservible. Pero mira tú por donde, este último fin de semana me he dado cuenta de que ha resurgido de sus cenizas con más fuerza que nunca, y ha conseguido que haya comprado uno artículo que he estado buscando durante los últimos tiempos y cuya adquisición había dado por perdida. Aunque en este caso no era un cómic y la causa (clara y evidente) por la que llegó hasta mis manos, después de tantos años expuesto en aquella tienda, se me presentó como un regalo del cielo que no podía dejar escapar por nada del mundo.
El caso es que una de las aficiones que he reforzado últimamente es la de las maquetas, gracias a que con mis nuevas estanterias puedo ordenar mis cómics y además, cuento con un poco de espacio para poner una primera fila de maquetas de tamaño pequeño-mediano delante de los mismos. Actualmente mi colección se basa en pequeñas piezas de aviones, naves espaciales y coches. Es una aficion que tengo que parar pues no dispongo de más espacio, pero una de las piezas que mas he anhelado en los últimos tiempos era alguna maqueta del coche de Fórmula 1 de la primera etapa de Fernando Alonso (del cual soy un fan acérrimo) en Renault, para entendernos: aquel que era azul y amarillo, que fue con el que consiguió sus dos mundiales (por ahora). El año pasado me compre una pequeña maqueta del Ferrari F10 con el que estuvo a punto de ganar el mundial de 2010, pero más que una maqueta,
era un juguete muy bonito y conseguido. La verdad es que una buena maqueta de F1 es un producto realmente caro, pues suelen ser metálicas y plagadas de todo tipo de detalles. Realmente son preciosas.
Para entender un poco el tesoro que acabo de encontrar, decir que las buenas maquetas son de la marca Hot Wheels y Minichamps, que por lo que he visto por ahí suelen ser las mejores. Luego, también es importante la escala de la maqueta, pues varía desde una 1:18 (la más grande) a 1:43, la más pequeña. En términos de centímetros, una 1:43, para un F1 estándard, rondaría los 10-12 cms de tamaño. Una escala de 1:18 estaría sobre los 25-26 cms. Por supuesto el precio varía considerablemente, no sólo teniendo en cuenta el tamaño, sino también al piloto que está dentro (se sabe por el casco): no es lo mismo un Renault R-26 de Alonso, con el que ganó su segundo mundial, que uno de su compañero Fisichella, por ejemplo. Luego está la maña de cada uno, porque he visto cosas por los foros de gente que hace lo que le da la gana con estas maquetas. Pues bien, normalmente los precios de las maquetas de 1:43 esta alrededor de los 30-40 euros para un coche de Fernando Alonso. Recuerdo que en esta escala el tamaño del coche no es mayor de 12 cms. Una pasada.
Sin embargo, por una parte gastarme 40 euros en un coche de 10 cms, sólo porque es el de Alonso, se me antojaba algo completamente imposible. Y en cuanto a los tamaños, decir que hace poco he visto en E-Bay un R-25 a escala 1:18 a un precio de 130 euros. Imagino que éste es un caso extremo, pero no es menos cierto que cuanto más tiempo pasa, más valor van adquiriendo, sobre todo si están en buen estado. Así pues, bajo estas circunstancias, yo ya ni manejaba como opción la posibilidad de adquirir una maqueta de 1:18, ya que los precios están muy por encima de lo que mi moral me deja pagar. Mis esfuerzos se centraban en poder tener la suerte de pillar alguna oferta de segunda mano a buen precio en alguno de los foros de automodelismo que había empezado a frecuentar.
Y entonces pasó lo imposible: mi sentido arácnido se puso a funcionar en el mejor de los momentos un sábado por la tarde, cuando paseábamos por una zona de Madrid por la que no solíamos hacerlo.
Fue justo enfrente del estado Santiago Bernabeu, precisamente muy cerca de donde hace ahora casi 8 años lo vi con su coche por medio de la Castellana en Madrid, en un espectáculo impresionante. La foto siguiente la he encontrado en Flickr, y la he puesto porque es de la curva donde estaba yo en primera fila, de hecho seguro que si buscara por entre la gente que se ve al fondo, me vería yo. Aconojaba verle tomar la curva sin mas protección para mis huesos que esa endeble valla metálica. Alucinante.
Pues bien, muy cerca de esa curva, en una tienda de juguetes que hace esquina mi sentido arácnido me puso de nuevo en alerta Defcon 1. La tienda tenía varios escaparates a la calle, y aunque parecía haber maquetas, no era la típica tienda donde existen productos especialmente interesantes pues había sobre todo peluches y juguetes. Sin embargo, al doblar la esquina y pasar por el último escaparate mis ojos se fijaron en un coche de F1, de color azul y amarillo que estaba como unos 8 metros dentro de la tienda, sobre unas baldas. STOP. Hay que entrar.
Lo primero que había que tener en cuenta es que aquella visión fugaz podía ser la de un juguete, o incluso un Renault F1 de alguno de los compañeros de Alonso. Luego estaba el tema precio, porque la maqueta se la veia grande. Al entrar le pido a la dependienta que si me deja ver el coche, en décimas de segundo muchas respuestas se despejaron:
- Por los colores del casco se podía decir sin lugar a dudas que era Alonso.
- El tamaño de la maqueta era 1:18.
- No era un juguete, era una pedazo de maqueta marca Hot Wheels, que a mi me pareció lo más bonito del mundo.
- Segundo: su precio, a pesar de todo, era asequible: 70 euros.
Ni Indiana Jones delante del Arca del Alianza se llevó mayor alegría.
Pero fue entonces, cuando la dependienta cogió la caja del coche y la puso en el mostrador, cuando me dí cuenta de por qué ese coche, después de tantos años, se había quedado sin vender. Y fue cuando tuve que poner todas mis fuerzas y energías en reprimir un grito de alegría, porque a pesar de la cara de fastidio (seguramente fingida porque en la tienda sabían perfectamente lo que pasaba) de la chica al ver lo que había en la caja, yo me dí cuenta de que estaba ante la oportunidad de mi vida. Así que se inició una pequeña batalla de gestos fingidos entre ambos, cuyo resultado fue que tanto la una, como el otro (yo) quedamos totalmente satisfechos de la compra-venta.
Resulta que el coche tenía un pequeño desperfecto: la rueda delantera derecha estaba suelta, ya que le faltaba la pieza que unia la rueda con el eje.
Pero, eso no era problema, pues por una parte no hay nada que no arregle el pegamento de contacto (y sobre todo en este caso, donde la herida estaría totalmente oculta), y además, esto sería un guiño a lo que le pasó al pobre Alonso en el Gran Premio de Hungría de 2009, donde precisamente esa rueda se le salió en plena carrera y fue a vivir su vida por sí sola.
Así que después de una serie de gestos (como digo fingidos) por mi parte, les pregunté si no tenían otra, a lo que me contestaron que no, claro (a ver de dónde coño iba a encontrar yo a estas alturas una maqueta 1:18 del R-25 con el que ganó su primer mundial....). Les dije que me lo quedaría, pero no al precio que me habían dado. Así que la dependienta cogió una calculadora (no se si es que las ruedas se venden al peso o a un % del precio del coche) y me dijo que me lo dejaba en 45 euros (supongo que dijo 45 como podía haber dicho 50, o 30).
Yo haciendo mis cuentas hubiera aceptado hasta 55, e imagino que en la tienda, cuando me fuí, dirían: se lo hubiera dejado por 35. Pero me da igual. Al día siguiente, con un poco de pegamento de contacto me puse manos a la obra y, ejerciendo de mecánico me puse a arreglar aquello. Evidentemente la rueda ya no gira, eso era inevitable, pero teniendo en cuenta que no lo quiero para echar carreras, sino como objeto de exposición, pues como que me da igual. Lo bueno es que el coche tiene tantos detalles que incluso si giras el eje delantero, el movimiento se traslada al volante, que gira a la vez. Increíble.
Por supuesto, el coche ahora luce perfecto, como si no le hubiera pasado nada. Es más bonito....
Y luce perfecto, en mis estanterías Ikea, junto con mi otra pasión, los cómics, y su hermano pequeño: un Ferrari F10 con el que Alonso estuvo a punto de conseguir su tercer campeonato en 2010.
Ay... no me canso de verlos...
Esta compra ha sido una de esas cosas que provocan que se le dibuje a uno una gran sonrisa en la boca que no puede evitar y sobre todo, que invita a que te reconcilies con el mundo durante un buen puñado de días. Ha sido, en definitiva, la rehostia.