Hace meses vi este vídeo musical (de un grupo que no conocía llamado The avalanches) y cuando terminó sentí esa sensación que se tiene a veces cuando estás delante de una creación especial, en donde notas que la gente que estuvo en su día detrás de su realización estaban en estado de gracia y que recibieron la visita de Erato, Euterpe y Terpsícore, musas de la poesía lírica, de la música y de la danza, respectivamente (según la tradición griega). Musas a las que habría que añadir a Beta, que es la musa provisional (de ahí lo de Beta) que yo he puesto para las artes del vídeo (aquí lo de Beta también está bien traído, ¡toma!) y que en época de los sabios griegos no existía, obviamente.
Me gusta lo que cuenta y cómo lo cuenta e incluso ese ritmillo hipnótico de la canción (en realidad está todo el rato diciendo lo mismo, pero no eres consciente de ello realmente) que ayuda a que te quedes pegado a la pantalla, babeando sin pestañear. Por lo menos a mí me pasó cuando lo ví por primera vez, y me pasa siempre que lo veo: me quedo pillado. Es la unión perfecta de imagen y música, la circunferencia perfecta, el ying y el yang, como el pan con Nocilla, no hay nada mejor.
La explicación real de lo que cuenta el vídeo la tenemos al finalizar la canción, y son precisamente esos pocos segundos los que le dan la dimensión real a esta maravillosa historia sobrenatural que sus autores nos han contado en sólo cinco minutos. Además, gracias a esta explicación final te dan ganas de volver a verlo de nuevo.
Siempre que en la tele dan alguna noticia triste de mineros que se han quedado atrapados en la mina me acuerdo de "Since I left you". Ojalá que esos pobres de Nueva zelanda hayan encontrado también su lugar, como uno de los protagonistas de la historia de este videoclip, el cual recomiendo disfrutar con los auriculares puestos:
jueves, 25 de noviembre de 2010
martes, 23 de noviembre de 2010
Mis recetas favoritas: mi tarta de queso (Calamardo´s cheesecake)
Es mi receta estrella sin lugar a dudas, con gran distancia sobre la segunda, si es que acaso hay una segunda.
Es el caso típico de receta que, incluso cuando me equivoco, me sale muy buena. No se por qué razón siempre me sale excelente (y no sólo lo digo yo: cada vez que invitamos a alguien a comer me pide que prepare de postre esta tarta, con lo buenas que me salen la tarta de Santiago y el flan de huevo tambien, hmmm, qué ricos) y por algún misterio de la vida he conseguido alcanzar justo el punto que a mí más me gusta, con ese grado de perfección en la elaboración que yo creo, humildemente, que incluso echando los ingredientes hacia arriba y dejándoles mezclarse a su aire, para luego caer en un recipiente, conseguiría el toque exacto. Es algo que sinceramente no me explico.
Hay que decir que no tiene nada de original, y luego la he visto en foros y páginas de internet, con mil variantes posibles (cada uno con su propio secreto y su toque personal), pero yo esta receta la considero como mía. En realidad, para mí, es MI receta de tarta de queso. La he escrito mil veces, y mil veces se la he contado a los amigos que la han probado y me la han pedido. Insisto en que no es nada especial, ni original, pero es mía.
En realidad yo me aficioné a la tarta de queso cuando un buen día, no sé cuándo, decidí comprar una de esas tartas instántaneas marca Royal que se hacen con polvos que no necesitan horneado. El caso es que el resultado me encantó: una base de galletas molidas, con una capa cremosa de queso, terminando en otra capa de mermelada de fresa. Sencilla pero espectacular. En la época en la que yo la probé por primera vez, mi conocimiento de la cocina y de las técnicas de elaboración era aún más limitado de lo que es hoy en día, asi que no tenía la experiencia suficiente como para, a partir de aquella cantidad de polvos mezclados que era la tarta de Royal, elaborar yo una receta que se pareciera más o menos y fuera comestible sin usar productos químicos y que fuera nocivo para la salud. Tampoco tenía yo un acceso normal a internet que me ayudara a buscar una receta que fuera fácil de hacer, así que sólo cabía esperar a tiempos mejores y a ir al supermercado de la esquina para comprar una cuando apetecía.
Pero un buen día de 1999 descubrí en la Biblioteca Municipal de Fondo de Bikini un libro sobre gastronomía almeriense que, mira tú por donde, me vino a marcar el camino a seguir en la búsqueda de la receta correcta. He de decir que la receta que ví en aquel libro no se parece en nada a lo que hago ahora, porque claro, no tiene nada que ver una tarta de queso típica (según aquel libro) de Almería, hecha con requesón y una base de masa quebrada, y lo que yo hago, que es la típica cheesecake americana. Pero aquel libro, insisto, en la época en la que para mí internet era un acceso casi imposible, me indicó la forma de elaborar la segunda capa, que era donde estaba, en principio, el mayor problema para mis limitados conocimientos de cocina. Además, en estos casos, la Sra. Tentáculos no era de ayuda, porque este tipo de cosas modernas... como que no.
La primera capa ya más o menos, con la tarta de polvos de Royal, me hacía una idea: galletas machacadas y mezcladas con mantequilla para elaborar una base lo suficientemente sólida y moldeable sobre la que echar el queso. Y en cuanto a la capa de mermelada, menos misterio aún; así que usando aquella receta típica almeriense, y con los ingredientes que tenía a mano, me puse a elaborar mi primera tarta de queso. Y como no tenía requesón cerca, despues de patearme todas las tiendas y supermercados de Fondo de Bikini, pues no me quedó más remedio que usar queso de huntar Philadelphia y probar a ver que salía... y mira tú por donde que dí con la tecla.
La tarta de queso marcó el punto de inflexión en mi formación como cocinillas. Pasé de una cocina de subsistencia en mi época universitaria a otra donde me fui interesando por nuevas técnicas y recetas. De repente me dí cuenta de que tenía cierta gracia y destreza para mezclar ingredientes con cierta puntería. A ver, no es que uno sea Ferrán Adría, pero me manejo bastante bien, las cosas como son. Además, en aquella época, y dado que no tenía obligaciones laborales, me dió por sacar libros sobre gastronomía de la Biblioteca Municipal de Fondo de Bikini, con lo que fuí aprendiendo algunas cosas básicas que luego vas poniendo en práctica. Me he dado cuenta de que las lecturas de aquellos libros fueron dejando su poso que con el paso del tiempo he ido acrecentando con mis vacaciones viendo el Canal Cocina, ojeando otros libros de cocina que caían en mis manos e intentando copiar recetas de los restaurantes a los que voy.
Ingredientes
Para la base:
- Galletas. Yo uso galletas con cuerpo y sabor, de esas que se las llama de cereales, pues creo que queda mucho mejor, pues una vez trituradas tienen mayor consistencia que las tipo María. Yo últimamente uso Digestive, de Fontaneda (abstenerse de usar Digestive cualquier otra marca, please) aunque también dan buen juego las Marie Lu. Evidentemente, es al gusto de cada uno.
- Una cucharada sopera de mantequilla (o lo que pidan las galletas).
Para el relleno:
- Entre 400-600 gramos de queso de huntar Philadelphia. Yo ahora utilizo el "Light", por aquello de conservar un poco el tipillo, ya que tiene el mismo sabor y un montón de calorías menos.
- Unos 500 cc de leche, aproximadamente. Yo uso semidesnatada, por la misma razón que la comentada en punto anterior.
- 4-6 cucharadas soperas de azúcar. Cada cual que le eche más o menos, pero hay que tener en cuenta que luego la capa de mermelada ya le da su correspondiente dulzor.
- 1 huevo.
- Una cucharada sopera de harina.
- Una pizca de sal.
Para la última capa:
- Mermelada de fresa o frambuesa. Yo uso de la marca "La vieja fábrica", porque es la que más trozos y más grandes tiene, lo que le da una apariencia final a la tarta excelente.
Elaboración
Comenzamos triturando las galletas, como yo tengo un robot de esos de cocina que es batidora, picadora y no sé qué más cosas a la vez, lo que hago es poner en el bol de triturar medio paquete de galletas y una cucharada de mantequilla. Le doy caña y a la vez que trituro las galletas las mezclo con la mantequilla. Este truqui lo ví un día en un programa de cocina, porque lo que hacía antes era derretir un poco de mantequilla y echársela a las galletas ya trituradas, para formar en el molde la base correspondiente. Ambos métodos son válidos, pero yo creo que como lo hago ahora queda mejor.
Así pues, echamos sobre la base del molde (usaremos uno que luego sea fácil de desmoldar, que si no, tiene su miga sacar la tarta, yo creo que sería imposible) las galletas trituradas con la mantequilla, procurando hacer un fondo que no sea muy grueso y que aplanaremos y alisaremos tanto como podamos. Hay que tener cuidado con estos moldes, de los que luego se abren, pues por muy buenos que sean, nunca cierran de forma hermética y dado que el relleno de la tarta queda muy líquido antes de cuajar, corremos el riesgo (lo digo por experiencia) de que se salga por esa pequeña rendija, provocando un desastre sin igual. Para evitarlo, hago lo que se ve en la imagen: con un poco de galleta tapo dicha rendija, evitando que se escape el relleno por ahí. En cuanto a las rendijas que pueden quedar en la base del molde, ya procuro cerrarlas y taparlas con la propia base de galletas. Es un punto importante si queremos obtener buenos resultados. Y No hay que pasarse con la mantequilla, pues al hornear la tarta la mantequilla perderá su suero, y no queremos que aquello se nos vaya de las manos y la tarta termine sudando demasiado. El objetivo es conseguir una mezcla pastosa que podamos manejar y moldear con una cuchara, no un mejunge tipo barro.
Acto seguido, echamos en un recipiente el queso, el huevo, el azucar, la sal, la harina y la leche, todo a la vez; y con una batidora mezclamos bien todos los ingredientes. No queda algo muy espeso, sino que es líquido, apenas un poquito más de lo que puede ser la leche. Ahora podemos probar el punto de azúcar, ya que podemos hacernos una idea del sabor final: yo antes echaba como 8 cucharadas de azúcar, ahora no suelo pasar de 5, creo que queda bien así.
Echamos con cuidado esta mezcla sobre la base de galleta, con cuidado de no hacerlo de golpe y provocar que la base se desmenuce. Lo mejor es poner un cucharón para verter el contenido, de esta forma evitamos que se deshaga la galleta.
Mientras hemos hecho todo esto, habremos precalentado el horno a 200º más o menos, y una vez que tenemos la base con el relleno, lo metemos en el horno a mitad de altura, durante 45-60 minutos (depende de la cantidad de relleno que hayamos puesto). A mitad de cocción, si vemos que la parte de arriba se va dorando demasiado apagamos la resistencia superior, para evitar que se queme. Dado que el objetivo de la tarta no es que suba (en ningún momento hemos puesto nada de levadura) podemos abrir el horno a mitad de coción y darle un par de meneos a la bandeja para ver el estado de cuajado del relleno, así podemos hacernos una idea de cómo va la cosa. Esto lo podemos repetir (tampoco sin pasarse...) hasta que estemos seguros de que ha cuajado bien. Yo lo que hago es que cuando está practicamente cuajada, apago el horno y con el calor residual termina de hacerse. He de decir que se me queda luego muy cremosa ¡joder! es que le he pillado el punto perfecto, coño.
En cuanto haya terminado de cuajar, la sacamos del horno y dejamos enfriar un rato, intentando despegar con un cuchillo los bordes, para que luego al desmoldar no se rompa la tarta. Es mejor dejar pasar un rato entre que se saca la tarta y se termina de desmoldar para poner en un plato (despegando con un cuchillo afilado -yo uso uno jamonero- la base de galleta de la base del propio molde) ya que corremos el riesgo de que se rompa, yo espero aproxidamente una hora. Una vez que la tenemos en el plato, echo sobre ella la mermelada, que previamente habré desligado un poco dándole meneos en un cuenco, ya que siempre queda apelmazada al sacarla directamente del bote y es un poco más difícil extenderla sobre la superficie del relleno, que aún está frágil.
La tarta antes de hornearla
La tarta justo después de hornearla y el primer desmolde (aún queda la base)
La tarta ya terminada
Hay que ser conscientes de que recién sacada del horno está un poco asquerosilla para mi gusto. Yo siempre la hago en vísperas de cuando la voy a comer, la tarde antes. A mi caliente no me gusta nada, y además, si la dejamos reposar unas horas no sólo se van asentando los sabores, si no que además se consigue la textura que a mí más me gusta. Así que en cuanto ha perdido el calor del horno la meto en el frigorífico hasta el momento en que la consuma. La verdad es que el resultado es increíble y ni siquiera Bob Esponja ha podido evitar perder el conocimiento cuando ha visto esta maravilla.
Durante un tiempo, siempre que iba a cualquier restaurante a comer y había tarta de queso, me la pedía de postre para comparar con la mía y, en caso de ver algo que me gustara, intentar aplicarla a mi receta, pero he de decir humildemente que casi siempre en la comparación, he resultado vencedor. Las cosas como son. Algunas veces el experimento fracasa estrepitosamente pues hay sitios donde la tarta la hacen sin hornear, usando gelatina para que cuaje, y la verdad es que no queda la misma textura ni de lejos; además, en esos casos, la mermelada de la parte superior más bien paracen polvos rehidratados de cualquier cosa con color rosa que algo digno de llamarse mermelada de fresa.
El único caso en donde he conseguido que me sorprendan es en un italiano (creo que se llamaba la Tarantella) de Calatayud... si, de Calatayud, donde me pusieron una tarta de queso realizada con otra filosofía a la hora de hacerla: era como un flan de queso de una consistencia cremosísima y bañado con caramelo líquido espesito o una especie de toffe. La verdad es que estaba realmente buena, e intenté imitarla en casa poco después. Pero dado que los resultados fueron buenos, pero no los esperados, y ya que con mi receta alcanzo el cielo, pues no he vuelto a intentar hacerla de esa forma. En otro sitio donde he probado también una tarta de queso es en el restaurante "El coto" del pueblo albaceteño de Tobarra, que es donde paramos a comer, por costumbre, cada vez que vamos de visita a desbalijar la despensa de la Sra. Tentáculos en Fondo de Bikini. En este caso, la tarta tiene una textura más parecida a un bizcocho de textura muy suave, y bañado también en caramelo líquido. Imagino que, por el sabor y elaboración, se parece más a la receta que a mí me sirvió de guía y que encontré en aquel libro sobre gastronomía almeriense, ya que hay muchos puntos en común en la cultura gastronómica en todo el sureste español, en lo que es una forma de cerrar el círculo abierto con la receta de la tarta de queso y este post.
Es el caso típico de receta que, incluso cuando me equivoco, me sale muy buena. No se por qué razón siempre me sale excelente (y no sólo lo digo yo: cada vez que invitamos a alguien a comer me pide que prepare de postre esta tarta, con lo buenas que me salen la tarta de Santiago y el flan de huevo tambien, hmmm, qué ricos) y por algún misterio de la vida he conseguido alcanzar justo el punto que a mí más me gusta, con ese grado de perfección en la elaboración que yo creo, humildemente, que incluso echando los ingredientes hacia arriba y dejándoles mezclarse a su aire, para luego caer en un recipiente, conseguiría el toque exacto. Es algo que sinceramente no me explico.
Hay que decir que no tiene nada de original, y luego la he visto en foros y páginas de internet, con mil variantes posibles (cada uno con su propio secreto y su toque personal), pero yo esta receta la considero como mía. En realidad, para mí, es MI receta de tarta de queso. La he escrito mil veces, y mil veces se la he contado a los amigos que la han probado y me la han pedido. Insisto en que no es nada especial, ni original, pero es mía.
En realidad yo me aficioné a la tarta de queso cuando un buen día, no sé cuándo, decidí comprar una de esas tartas instántaneas marca Royal que se hacen con polvos que no necesitan horneado. El caso es que el resultado me encantó: una base de galletas molidas, con una capa cremosa de queso, terminando en otra capa de mermelada de fresa. Sencilla pero espectacular. En la época en la que yo la probé por primera vez, mi conocimiento de la cocina y de las técnicas de elaboración era aún más limitado de lo que es hoy en día, asi que no tenía la experiencia suficiente como para, a partir de aquella cantidad de polvos mezclados que era la tarta de Royal, elaborar yo una receta que se pareciera más o menos y fuera comestible sin usar productos químicos y que fuera nocivo para la salud. Tampoco tenía yo un acceso normal a internet que me ayudara a buscar una receta que fuera fácil de hacer, así que sólo cabía esperar a tiempos mejores y a ir al supermercado de la esquina para comprar una cuando apetecía.
Pero un buen día de 1999 descubrí en la Biblioteca Municipal de Fondo de Bikini un libro sobre gastronomía almeriense que, mira tú por donde, me vino a marcar el camino a seguir en la búsqueda de la receta correcta. He de decir que la receta que ví en aquel libro no se parece en nada a lo que hago ahora, porque claro, no tiene nada que ver una tarta de queso típica (según aquel libro) de Almería, hecha con requesón y una base de masa quebrada, y lo que yo hago, que es la típica cheesecake americana. Pero aquel libro, insisto, en la época en la que para mí internet era un acceso casi imposible, me indicó la forma de elaborar la segunda capa, que era donde estaba, en principio, el mayor problema para mis limitados conocimientos de cocina. Además, en estos casos, la Sra. Tentáculos no era de ayuda, porque este tipo de cosas modernas... como que no.
La primera capa ya más o menos, con la tarta de polvos de Royal, me hacía una idea: galletas machacadas y mezcladas con mantequilla para elaborar una base lo suficientemente sólida y moldeable sobre la que echar el queso. Y en cuanto a la capa de mermelada, menos misterio aún; así que usando aquella receta típica almeriense, y con los ingredientes que tenía a mano, me puse a elaborar mi primera tarta de queso. Y como no tenía requesón cerca, despues de patearme todas las tiendas y supermercados de Fondo de Bikini, pues no me quedó más remedio que usar queso de huntar Philadelphia y probar a ver que salía... y mira tú por donde que dí con la tecla.
La tarta de queso marcó el punto de inflexión en mi formación como cocinillas. Pasé de una cocina de subsistencia en mi época universitaria a otra donde me fui interesando por nuevas técnicas y recetas. De repente me dí cuenta de que tenía cierta gracia y destreza para mezclar ingredientes con cierta puntería. A ver, no es que uno sea Ferrán Adría, pero me manejo bastante bien, las cosas como son. Además, en aquella época, y dado que no tenía obligaciones laborales, me dió por sacar libros sobre gastronomía de la Biblioteca Municipal de Fondo de Bikini, con lo que fuí aprendiendo algunas cosas básicas que luego vas poniendo en práctica. Me he dado cuenta de que las lecturas de aquellos libros fueron dejando su poso que con el paso del tiempo he ido acrecentando con mis vacaciones viendo el Canal Cocina, ojeando otros libros de cocina que caían en mis manos e intentando copiar recetas de los restaurantes a los que voy.
Y así nació MI tarta de queso. Y la receta que más o menos improvisé aquella tarde en Fondo de Bikini es la misma que uso ahora, con una pequeña modificación a la hora de realizar la base de galletas con mantequilla y que comentaré más adelante (porque a todo el mundo al que le he dado la receta se la expliqué con el procedimiento anterior, y yo creo que queda mejor ahora).
El milagro de la cocina: varios ingredientes, cada uno de su padre y de su madre, mezclados con gracia y armonía, y mediante la aplicación del calor, dan como resultado algo totalmente diferente, sabroso y delicioso
Ingredientes
Para la base:
- Galletas. Yo uso galletas con cuerpo y sabor, de esas que se las llama de cereales, pues creo que queda mucho mejor, pues una vez trituradas tienen mayor consistencia que las tipo María. Yo últimamente uso Digestive, de Fontaneda (abstenerse de usar Digestive cualquier otra marca, please) aunque también dan buen juego las Marie Lu. Evidentemente, es al gusto de cada uno.
- Una cucharada sopera de mantequilla (o lo que pidan las galletas).
Para el relleno:
- Entre 400-600 gramos de queso de huntar Philadelphia. Yo ahora utilizo el "Light", por aquello de conservar un poco el tipillo, ya que tiene el mismo sabor y un montón de calorías menos.
- Unos 500 cc de leche, aproximadamente. Yo uso semidesnatada, por la misma razón que la comentada en punto anterior.
- 4-6 cucharadas soperas de azúcar. Cada cual que le eche más o menos, pero hay que tener en cuenta que luego la capa de mermelada ya le da su correspondiente dulzor.
- 1 huevo.
- Una cucharada sopera de harina.
- Una pizca de sal.
Para la última capa:
- Mermelada de fresa o frambuesa. Yo uso de la marca "La vieja fábrica", porque es la que más trozos y más grandes tiene, lo que le da una apariencia final a la tarta excelente.
Elaboración
Comenzamos triturando las galletas, como yo tengo un robot de esos de cocina que es batidora, picadora y no sé qué más cosas a la vez, lo que hago es poner en el bol de triturar medio paquete de galletas y una cucharada de mantequilla. Le doy caña y a la vez que trituro las galletas las mezclo con la mantequilla. Este truqui lo ví un día en un programa de cocina, porque lo que hacía antes era derretir un poco de mantequilla y echársela a las galletas ya trituradas, para formar en el molde la base correspondiente. Ambos métodos son válidos, pero yo creo que como lo hago ahora queda mejor.
Así pues, echamos sobre la base del molde (usaremos uno que luego sea fácil de desmoldar, que si no, tiene su miga sacar la tarta, yo creo que sería imposible) las galletas trituradas con la mantequilla, procurando hacer un fondo que no sea muy grueso y que aplanaremos y alisaremos tanto como podamos. Hay que tener cuidado con estos moldes, de los que luego se abren, pues por muy buenos que sean, nunca cierran de forma hermética y dado que el relleno de la tarta queda muy líquido antes de cuajar, corremos el riesgo (lo digo por experiencia) de que se salga por esa pequeña rendija, provocando un desastre sin igual. Para evitarlo, hago lo que se ve en la imagen: con un poco de galleta tapo dicha rendija, evitando que se escape el relleno por ahí. En cuanto a las rendijas que pueden quedar en la base del molde, ya procuro cerrarlas y taparlas con la propia base de galletas. Es un punto importante si queremos obtener buenos resultados. Y No hay que pasarse con la mantequilla, pues al hornear la tarta la mantequilla perderá su suero, y no queremos que aquello se nos vaya de las manos y la tarta termine sudando demasiado. El objetivo es conseguir una mezcla pastosa que podamos manejar y moldear con una cuchara, no un mejunge tipo barro.
Acto seguido, echamos en un recipiente el queso, el huevo, el azucar, la sal, la harina y la leche, todo a la vez; y con una batidora mezclamos bien todos los ingredientes. No queda algo muy espeso, sino que es líquido, apenas un poquito más de lo que puede ser la leche. Ahora podemos probar el punto de azúcar, ya que podemos hacernos una idea del sabor final: yo antes echaba como 8 cucharadas de azúcar, ahora no suelo pasar de 5, creo que queda bien así.
Echamos con cuidado esta mezcla sobre la base de galleta, con cuidado de no hacerlo de golpe y provocar que la base se desmenuce. Lo mejor es poner un cucharón para verter el contenido, de esta forma evitamos que se deshaga la galleta.
Mientras hemos hecho todo esto, habremos precalentado el horno a 200º más o menos, y una vez que tenemos la base con el relleno, lo metemos en el horno a mitad de altura, durante 45-60 minutos (depende de la cantidad de relleno que hayamos puesto). A mitad de cocción, si vemos que la parte de arriba se va dorando demasiado apagamos la resistencia superior, para evitar que se queme. Dado que el objetivo de la tarta no es que suba (en ningún momento hemos puesto nada de levadura) podemos abrir el horno a mitad de coción y darle un par de meneos a la bandeja para ver el estado de cuajado del relleno, así podemos hacernos una idea de cómo va la cosa. Esto lo podemos repetir (tampoco sin pasarse...) hasta que estemos seguros de que ha cuajado bien. Yo lo que hago es que cuando está practicamente cuajada, apago el horno y con el calor residual termina de hacerse. He de decir que se me queda luego muy cremosa ¡joder! es que le he pillado el punto perfecto, coño.
En cuanto haya terminado de cuajar, la sacamos del horno y dejamos enfriar un rato, intentando despegar con un cuchillo los bordes, para que luego al desmoldar no se rompa la tarta. Es mejor dejar pasar un rato entre que se saca la tarta y se termina de desmoldar para poner en un plato (despegando con un cuchillo afilado -yo uso uno jamonero- la base de galleta de la base del propio molde) ya que corremos el riesgo de que se rompa, yo espero aproxidamente una hora. Una vez que la tenemos en el plato, echo sobre ella la mermelada, que previamente habré desligado un poco dándole meneos en un cuenco, ya que siempre queda apelmazada al sacarla directamente del bote y es un poco más difícil extenderla sobre la superficie del relleno, que aún está frágil.
La tarta antes de hornearla
La tarta justo después de hornearla y el primer desmolde (aún queda la base)
La tarta ya terminada
Hay que ser conscientes de que recién sacada del horno está un poco asquerosilla para mi gusto. Yo siempre la hago en vísperas de cuando la voy a comer, la tarde antes. A mi caliente no me gusta nada, y además, si la dejamos reposar unas horas no sólo se van asentando los sabores, si no que además se consigue la textura que a mí más me gusta. Así que en cuanto ha perdido el calor del horno la meto en el frigorífico hasta el momento en que la consuma. La verdad es que el resultado es increíble y ni siquiera Bob Esponja ha podido evitar perder el conocimiento cuando ha visto esta maravilla.
Durante un tiempo, siempre que iba a cualquier restaurante a comer y había tarta de queso, me la pedía de postre para comparar con la mía y, en caso de ver algo que me gustara, intentar aplicarla a mi receta, pero he de decir humildemente que casi siempre en la comparación, he resultado vencedor. Las cosas como son. Algunas veces el experimento fracasa estrepitosamente pues hay sitios donde la tarta la hacen sin hornear, usando gelatina para que cuaje, y la verdad es que no queda la misma textura ni de lejos; además, en esos casos, la mermelada de la parte superior más bien paracen polvos rehidratados de cualquier cosa con color rosa que algo digno de llamarse mermelada de fresa.
El único caso en donde he conseguido que me sorprendan es en un italiano (creo que se llamaba la Tarantella) de Calatayud... si, de Calatayud, donde me pusieron una tarta de queso realizada con otra filosofía a la hora de hacerla: era como un flan de queso de una consistencia cremosísima y bañado con caramelo líquido espesito o una especie de toffe. La verdad es que estaba realmente buena, e intenté imitarla en casa poco después. Pero dado que los resultados fueron buenos, pero no los esperados, y ya que con mi receta alcanzo el cielo, pues no he vuelto a intentar hacerla de esa forma. En otro sitio donde he probado también una tarta de queso es en el restaurante "El coto" del pueblo albaceteño de Tobarra, que es donde paramos a comer, por costumbre, cada vez que vamos de visita a desbalijar la despensa de la Sra. Tentáculos en Fondo de Bikini. En este caso, la tarta tiene una textura más parecida a un bizcocho de textura muy suave, y bañado también en caramelo líquido. Imagino que, por el sabor y elaboración, se parece más a la receta que a mí me sirvió de guía y que encontré en aquel libro sobre gastronomía almeriense, ya que hay muchos puntos en común en la cultura gastronómica en todo el sureste español, en lo que es una forma de cerrar el círculo abierto con la receta de la tarta de queso y este post.
martes, 16 de noviembre de 2010
Las aventuras africanas de Calamardo (yVII). Últimos consejos (y2): la seguridad vial
Antes de seguir un aviso: en este post puedes encontrar comentarios que las mentes estrechas de culo prieto pueden entender como xenófobas. Quien conozca un poco Melilla (y en general los musulmanes que tenemos por esta parte del globo terráqueo) sabrá que no digo ninguna mentira, que todo es verdad y que solamente hago una reflexión irónica sobre algunas costumbres relacionadas con la manera en que llevan sus coches los marroquíes que pululan por allí. Si te vas a enfadar por alguna cosa, mejor no sigas leyendo.
Yo aviso.
El concepto de "usted no tiene prioridad" en la religión musulmana
Melilla es una ciudad compuesta por una intrincada maraña de calles: perpendiculares, paralelas, diagonales... en realidad el único orden urbanístico se encuentra al comienzo de lo que fue el ensanche de la ciudad del que hablamos en otro post anterior. Pero ese orden urbanístico duró poco, con el tiempo, volvió el caos en el diseño y disposición de las calles. En realidad, este ensanche es similar en la forma al que se realizó en su día en Barcelona, con calles dispuestas perpendicularmente las unas a las otras, formando una auténtica red. La diferencia con Barcelona es que en Melilla la distancia entre los cruces es menor, y por lo tanto en Melilla has de estar atento pues no todas las intersecciones están reguladas por semáforos.
Y claro, aquí uno piensa, qué exagerado es Calamardo, para eso está el tema de la prioridad en la circulación de automóviles: en todo cruce no regulado por semáforos la prioridad la otorga las señales pintadas en la calzada, las señales verticales... o, y aquí viene lo bueno, la lógica de la propia circulación. Como si todo fuera tan fácil o todas las señales estuvieran en su sitio. ¿No os ha quedado aún claro que Melilla es un mundo paralelo al mundo que conoces?
Y además, la rapidez de huida es inversamente proporcional al buen estado del otro coche: cuanto mas viejo sea, más rápido has de huir o más metros de diferencia te aconsejo que dejes con él. Lo malo es cuando te encuentras rodeado, que suele ser lo habitual. ¿Y todo esto por qué? pues veréis, en un momento dado conseguí un código de la circulación de Marruecos y después de varios años intentando aprender a leer y a escribir en marroquí para traducir aquello, tuve que dejarlo porque no entendía nada, pero justo en ese momento Google sacó su herramienta de traductor automático (cuántos años y dinero gastado en vano con Mustafá, mi profesor particular de árabe) y por fín pude traducir correctamente aquellos párrafos que contenían la respuesta a tantos años de búsqueda con la pregunta de "¿por qué coño conducen tan mal los moros?"
A continuación, los resultados de mi investigación:
Señales luminosas: Los semáforos.
Las imágenes están escaneadas directamente del manual de circulación de una academia de Nador. No puedo decir quien me las suministró, lo siento. No porque ponga en peligro su vida, es que no me acuerdo cómo se llamaba.
Vamos a ver cómo explican el uso del semáforo en dicho manual:
En la siguiente intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae.
En la siguiente intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae.
En la siguiente intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae.
Hay que fijarse que la imagen del semáforo es siempre la misma. No sé si por error o qué, pero ninguna de las luces está supuestamente encendida.
Señales verticales:
En la siguiente intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae.
En la siguiente intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae.
Como puede verse, ya se va viendo claro el por qué de algunos movimientos de los conductores marroquíes... Pero atención a la siguiente señal, que fue la que me indicó el camino hacia la solución de mi problema, que por si no ha quedado claro ya cual es, no es sino que en cualquier momento cualquier coche moro te puede salir por la derecha, por la izquierda o por cualquier otra parte, sin avisar y sin mirar sin hay otros coches en la calzada que pueda obstaculizarles en sus movimientos.
Pues bien, esta costumbre que mi churri se trajo de Melilla la intentaba aplicar en Granada con la misma pasión, donde la norma de respetar los pasos de cebra, digamos, está mas relajada. Claro, yo la acompañaba durante los paseos y veía que de repente se tiraba a cruzar la calle sin mirar, como si el paso de cebra levantara de forma automática un muro de hormigón que la protegiera de los vehículos que, obviamente, no frenaban. La de sustos que me llevé con aquella forma de cruzar las calles y es que no le importaba que el coche viniera a 5 metros o a 100 metros de distancia, era ver unas líneas blancas paralelas a la calzada y allí que se tiraba de cabeza, con la correspondiente angustia por mi parte por perder el amor que tanto me había costado encontrar...
Así que si andas por coche por Melilla has de ir con 100 ojos si ves un paso de cebra (los hay a miles), porque es posible que de repente te encuentres con cualquiera que, ejerciendo su legítimo derecho de peatón, intente cruzar a la otra acera sin pararse a pensar si el estado de los frenos de tu coche están en buen estado o no, o si hay relación entre la velocidad del vehículo y la distancia de frenado mínima.
Por todo ello, conducir por Melilla es más peligroso que la entrada del trasbordador espacial en la atmósfera terrestre, y la angustia y la adrenalina que se generan alcanza, como mínimo, los mismos niveles que los astronautas en dicha maniobra: has de ir con mil ojos. Yo después de tantos años no he terminado de acostumbrarme. Y esto es verdad.
Por fin: Fin
Y hasta aquí el especial 2010 sobre Melilla y mis impresiones de esta preciosa ciudad. Espero que nadie se haya ofendido ni molestado por lo que he dicho. Cada experiencia es un mundo, y yo sólo he contado la mía, con sus cosas muy buenas, otras buenas, malas y muy malas, hay de todo. Yo sólo he contado lo que he vivido.
Espero que hayáis disfrutado de estos reportajes, y si tenéis la opción de viajar a Melilla, de verdad no la desaprovechéis e id a visitarla, que merece mucho la pena.
Otros capítulos.
Las aventuras africanas de Calamardo (I).El viaje en avión
Las aventuras africanas de Calamardo (II). El viaje a Melilla en barco (1)
Las aventuras africanas de Calamardo (III). El viaje a Melilla en barco (y2)
Las aventuras africanas de Calamardo (IV). Melilla la vieja
Las aventuras africanas de Calamardo (V). Toca comer y te regalo la receta del auténtico pinchito moruno
Las aventuras africanas de Calamardo (VI). Últimos consejos (1): mitos y leyendas
Yo aviso.
El concepto de "usted no tiene prioridad" en la religión musulmana
Melilla es una ciudad compuesta por una intrincada maraña de calles: perpendiculares, paralelas, diagonales... en realidad el único orden urbanístico se encuentra al comienzo de lo que fue el ensanche de la ciudad del que hablamos en otro post anterior. Pero ese orden urbanístico duró poco, con el tiempo, volvió el caos en el diseño y disposición de las calles. En realidad, este ensanche es similar en la forma al que se realizó en su día en Barcelona, con calles dispuestas perpendicularmente las unas a las otras, formando una auténtica red. La diferencia con Barcelona es que en Melilla la distancia entre los cruces es menor, y por lo tanto en Melilla has de estar atento pues no todas las intersecciones están reguladas por semáforos.
Y claro, aquí uno piensa, qué exagerado es Calamardo, para eso está el tema de la prioridad en la circulación de automóviles: en todo cruce no regulado por semáforos la prioridad la otorga las señales pintadas en la calzada, las señales verticales... o, y aquí viene lo bueno, la lógica de la propia circulación. Como si todo fuera tan fácil o todas las señales estuvieran en su sitio. ¿No os ha quedado aún claro que Melilla es un mundo paralelo al mundo que conoces?
Yo Melilla la he recorrido montado en un Seat Turismo de color naranja, un Citröen Xsara y un Ford Focus, y en cualquiera de ellos he pasado miedo a pesar de que el número de airbags disponible aumentaba con cada nuevo modelo. Melilla está plagada de cruces con complicadas lógicas de preferencia, a lo que hay que añadir que los marroquíes usan su propio código de reglas que, con el tiempo, he llegado a descifrarlas (lo veremos más adelante). Porque hay que decir que si quieres sobrevivir con tu coche allí has de huir como de la peste cuando veas un coche con una matrícula de este tipo:
A continuación, los resultados de mi investigación:
Señales luminosas: Los semáforos.
Las imágenes están escaneadas directamente del manual de circulación de una academia de Nador. No puedo decir quien me las suministró, lo siento. No porque ponga en peligro su vida, es que no me acuerdo cómo se llamaba.
Vamos a ver cómo explican el uso del semáforo en dicho manual:
En la siguiente intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae.
En la siguiente intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae.
En la siguiente intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae.
Hay que fijarse que la imagen del semáforo es siempre la misma. No sé si por error o qué, pero ninguna de las luces está supuestamente encendida.
Señales verticales:
En la siguiente intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae.
En la siguiente intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae.
Como puede verse, ya se va viendo claro el por qué de algunos movimientos de los conductores marroquíes... Pero atención a la siguiente señal, que fue la que me indicó el camino hacia la solución de mi problema, que por si no ha quedado claro ya cual es, no es sino que en cualquier momento cualquier coche moro te puede salir por la derecha, por la izquierda o por cualquier otra parte, sin avisar y sin mirar sin hay otros coches en la calzada que pueda obstaculizarles en sus movimientos.
Aunque parezca un montaje hecho con el Photoshop no lo es (ejem...). Está tomada a las afueras de Nador (ejem...) cerca de una rotonda de esas a las que al llegar te avisan de que "VD. no tiene prioridad" para avisarte de que no puedes entrar en ella como Pedro por su casa. Y aquí está la respuesta a todas mis preguntas. Si te das cuenta, todo el texto está traducido al moro, excepto la expresión: "VD no tiene prioridad". ¿Que quiere decir esto?, fácil, que para un moro el concepto de "no tener prioridad" no existe, de hecho ES ALGO QUE NI SIQUIERA TIENE TRADUCCIÓN EN SU IDIOMA, increíble. Es más, van por la vida aplicando esta filosofía en todo lo que hacen (no sólo en el contexto del tráfico) pensando que por ser quienes son, están por delante de todo, no tienen que dar explicaciones por nada, y se pasan por el forro de los cojones las costumbres y formas de vida de los sitios a donde van: ellos van por delante, caiga quien caiga.
Ahí queda eso.
Y otra cosa, como explicación al por qué se mueven por la carretera de forma totalmente impredecible, saliendo de cualquier lugar a cualquier velocidad sin avisar de cuáles van a ser los movimientos del vehículo, he conseguido un documento de primer orden qué da la respuesta a: "¿por qué coño no usan los putos intermitentes?". Como siempre, la traducción al castellano a la derecha:
"En el lateral del volante, normalmente a la derecha, se encuentra un dispositivo del automóvil en forma de palanca de mandos, que no funciona correctamente. En los test realizados en el Sistema de Calidad Marroquí, hemos detectado que tal dispositivo, al activarse, hace funcionar unas bombillas situadas en los laterales del coche, tanto en la parte delantera como trasera. Sin embargo, probablemente debido a un error de fabricación universal, hemos comprobado que dichas bombillas funcionan una vez si, otra vez, no; una vez si, otra vez no; una vez sí, otra vez no... Por lo que desaconsejamos su uso para la circulación por cualquier via o carretera. De cualquier forma, recuerde que si se encuentra en una intersección, incorpórese a la vía sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Si viene alguien, ya parará por la cuenta que le trae".
Los pasos de cebra
Cuando yo conocí a la Sra. Calamarda en la bonita ciudad de Granada, siempre me llamó la atención una cosa de su forma de ser que no comprendí hasta cierto tiempo después cuando hice mis primeros viajes a Melilla. Yo al principio pensé que se trataba de un claro caso de tendencias suicidas por su parte, que la verdad me preocupaban un poco. Luego me dí cuenta de que en realidad era sólo una costumbre a la hora de pasar los pasos de cebra de las calles y que tenía su origen en la vida que había llevado anteriormente en Melilla. Vereis: en Melilla no todo el tráfico está regulado por semáforos y hay muchísimos pasos de cebra. Para ser sinceros yo creo que en ningún sitio del mundo se respetan los pasos de cebra como allí, y esto es verdad. La gente va paseando por la calle y cuando ve un paso de cebra se tira sin mirar si viene un coche o veinte, ya saben que se va a parar, y esto es cierto, no es broma. Ya me gustaría a mí que en Madrid, por ejemplo, se respetaran siquiera una décima parte.Pues bien, esta costumbre que mi churri se trajo de Melilla la intentaba aplicar en Granada con la misma pasión, donde la norma de respetar los pasos de cebra, digamos, está mas relajada. Claro, yo la acompañaba durante los paseos y veía que de repente se tiraba a cruzar la calle sin mirar, como si el paso de cebra levantara de forma automática un muro de hormigón que la protegiera de los vehículos que, obviamente, no frenaban. La de sustos que me llevé con aquella forma de cruzar las calles y es que no le importaba que el coche viniera a 5 metros o a 100 metros de distancia, era ver unas líneas blancas paralelas a la calzada y allí que se tiraba de cabeza, con la correspondiente angustia por mi parte por perder el amor que tanto me había costado encontrar...
Así que si andas por coche por Melilla has de ir con 100 ojos si ves un paso de cebra (los hay a miles), porque es posible que de repente te encuentres con cualquiera que, ejerciendo su legítimo derecho de peatón, intente cruzar a la otra acera sin pararse a pensar si el estado de los frenos de tu coche están en buen estado o no, o si hay relación entre la velocidad del vehículo y la distancia de frenado mínima.
Por todo ello, conducir por Melilla es más peligroso que la entrada del trasbordador espacial en la atmósfera terrestre, y la angustia y la adrenalina que se generan alcanza, como mínimo, los mismos niveles que los astronautas en dicha maniobra: has de ir con mil ojos. Yo después de tantos años no he terminado de acostumbrarme. Y esto es verdad.
Por fin: Fin
Y hasta aquí el especial 2010 sobre Melilla y mis impresiones de esta preciosa ciudad. Espero que nadie se haya ofendido ni molestado por lo que he dicho. Cada experiencia es un mundo, y yo sólo he contado la mía, con sus cosas muy buenas, otras buenas, malas y muy malas, hay de todo. Yo sólo he contado lo que he vivido.
Espero que hayáis disfrutado de estos reportajes, y si tenéis la opción de viajar a Melilla, de verdad no la desaprovechéis e id a visitarla, que merece mucho la pena.
Otros capítulos.
Las aventuras africanas de Calamardo (I).El viaje en avión
Las aventuras africanas de Calamardo (II). El viaje a Melilla en barco (1)
Las aventuras africanas de Calamardo (III). El viaje a Melilla en barco (y2)
Las aventuras africanas de Calamardo (IV). Melilla la vieja
Las aventuras africanas de Calamardo (V). Toca comer y te regalo la receta del auténtico pinchito moruno
Las aventuras africanas de Calamardo (VI). Últimos consejos (1): mitos y leyendas
domingo, 14 de noviembre de 2010
Me llena de orgullo y de satisfacción...
sábado, 13 de noviembre de 2010
Buena suerte, campeón
Mañana estaremos contigo empujando para que tu Ferrari vaya más rápido. Pase lo que pase, habrá sido la hossssssstia.
Gracias por todo.
La piel de punta y los pelos de gallina
¡Vamos campeón!
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Las aventuras africanas de Calamardo (VI). Últimos consejos (1): mitos y leyendas
Sobre playas, ayuntamientos y televisiones locales
Pues vamos a ir terminando con este especial dedicado a mis viajes y experiencias con Melilla, comentando algunas cosillas que es conveniente saber si vas a pasar unos días por allí y necesitas información básica para subsistir. Insisto en que es una ciudad a la que merece la pena ir en algún momento para pasar unos días muy agradables por allí.
En cuanto a las playas, el melillense está muy orgulloso de ellas. No sé por qué, pero lo está.
En realidad el carácter melillense es marcadamente egocéntrico y muy chauvinista con respecto a su ciudad, que lleva al extremo en todos los aspectos: piensa que todo el mundo debe saber dónde esta Melilla, quien es su presidente, su año de fundación, número de habitantes, etc... Como si cualquier otro habitante de la península supiera poner en el mapa y conocer esos datos de, por ejemplo, Palencia o Zamora. El melillense se ofende si no conoces algo de Melilla, ellos lo consideran casi una obligación (imagino que será parte de su complejo de lejanía). Todo ello, además, acrecentado por una autocomplacencia que a veces llega a la exasperación. Está bien que uno ame y valore lo suyo, pero es sano también un poco de autocrítica que, desde luego, allí no existe, para mejorar las cosas susceptibles de ser mejoradas. El mejor ejemplo, para mí, son sus playas. Para el melillense son magníficas, pero la realidad es que no sólo no ofrecen nada nuevo ni especialmente interesante para alguien que venga de la península si no que además, te llevarás una desagradable sorpresa si les haces caso a pies juntillas a todo lo que te dicen. En realidad Melilla no está preparada para el turismo, y los melillenses tampoco. Ojo, son muy agradables, cordiales y realmente muy acogedores, pero no comprenden lo que significa atraer el turismo, porque a pesar de oirles hablar del tema, no es algo que les preocupe realmente ni en lo que ponen especial esfuerzo.
Melilla es una ciudad que vive subvencionada: no tiene agricultura, no produce nada y no hay fábricas, por lo que el sector primario y secundario de su economía es totalmente inexistente, y en cuanto al tercero, el comercio está en manos, casi en su totalidad, de los marroquíes (los productos agrícolas de la ciudad provienen casi todos de Marruecos), hindús y hebreos, a los que últimamente se les han añadido los chinos. El único activo con el que cuenta es su funcionariado, que es a lo que se dedica con pasión el melillense. Y además, es una ciudad anestesiada, sedada ante la realidad que le rodea. Tengo la impresión de que la sociedad ha sido "domada" a base de subvenciones y partidas presupuestarias de papá Estado y mamá Europa, porque está claro que una ciudad como Melilla, ubicada donde está, no puede sino tener una historia plagada de gente con coraje y ganas de ir hacia adelante, algo que parece que ya no existe, las cosas como son.
Yo tengo la costumbre, buena o mala, de hablar de mi propia experiencia y mi experiencia como turista en Melilla es muy mala con, por ejemplo, los hoteles de allí. En cierta ocasión en la que me casé en Melilla, como es lógico tuvimos que alojar a parte de la familia Calamarda (que se pegó el viaje desde la península) en un hotel y escogimos, no recuerdo por qué, el "Rusadir". La oferta hotelera de Melilla no es precisamente amplia ni en cantidad ni en calidad, así que dejémoslo ahí. Recuerdo que en la inauguración del Hotel Melilla Puerto (el último hasta la fecha que han construido) cuando fue la televisión local a hacer un reportaje al estilo de "Melilla directo", la presentadora recalcó, impresionada y llena de alegría, el hecho de que el buffet del desayuno fuera tan completo que hasta había bacon... ¡toma ya! Pues bien, como la fecha del enlace matrimonial entre Calamardo y la que en aquellos momentos era futurible Sra. Calamarda estaba más o menos clara desde que una tarde en la que unos amigos, aprovechando el efecto que unas cañas habían provocado sutil y animosamonte en nuestras almas y mentes, nos animaron a elegirla (¡ay! quién pudiera dar marcha atrás o simplemente aguantar mejor la bebida...); pues digo, como la fecha la teniamos clara desde un principio, en cuanto hubo coincidencias con las fechas propuestas, por su parte, por el clero, decidimos que había que hacer las reservas de habitaciones correspondientes, con toda la antelación que fuera necesario para evitar cualquier problema.
Y cuando hablo de antelación, quiero decir antelación. Vamos, que las habitaciones fueron reservadas y confirmadas varios meses antes, incluso insistíamos en pagarlas para asegurarnos su disponibilidad, pero no nos dejaron pagarlas...
Y claro, no todo iba a ser tan fácil tratándose de Melilla. Resulta que la fecha de la boda coincidía con un certamen de bandas de música militar (sí, así como suena...), certamen del cual nosotros tuvimos a bien conocer su existencia la misma mañana que fuimos al hotel a hacer uso de las habitaciones previamente reservadas con meses de antelación, y darnos cuenta de que dichas reservas se las habían pasado los del hotel por el forro de la bandera de la primera agrupación musical que se pasó por allí buscando habitaciones. Ahora suena a gracioso, que si que risa, que si ja ja... pero maldita la gracia que nos hizo aquello. Al final conseguimos arreglarlo, pero echándonos unas voces y alguna que otra licencia lingüística metafórica, para hacerle ver al encargado del hotel que aquello era una mierda como una catedral de grande y que no se enfadara mucho, porque las habitaciones, lo que es necesitar, las necesitábamos de verdad.
Porque aquí amigo, viene otra enseñanza y moraleja que debes aprender: el melillense es muy amable y todo lo que tú quieras, pero en ocasiones te meterá sutilmente el dedo en el ojo, poco a poco como el que no quiere la cosa. Tú te preguntarás: "¡Coño! ¿me está metiendo el dedo en el ojo o es impresión mía?"... irá metiéndotelo cada vez más profundo (se lo lavará previamente con alcohol, si es necesario)... hasta que tú saltes y protestes porque estás ya hasta los cojones del dedito. Entonces, y sólo entonces, el melillense te dirá: "¡coño!, no te pongas así, si tanto te molestaba haberlo dicho antes, pero no hace falta que te pongas de esa manera". O sea, que al final, la victima eres tú. Toma nota. Este consejo te lo doy gratis para que vayas aprendiendo.
Pero volvamos al tema de las playas.
Es cierto que tiene unos dos kilómetros de costa, de playas de arena y en teoría muy acogedoras y con buena pinta, hasta que te vas acercando y ves en detalle más de cerca cómo está la cosa. Es cierto que todas ellas tienen una gran cantidad de servicios y están muy bien, realmente bien, equipadas, con todo tipo de cosas y acomodadas incluso para que los invidentes puedan hacer uso de ellas sin problemas. Pero he aquí que no todo lo puede conseguir la pasta oficial (pasta de la que en Melilla disfrutan a manos llenas gracias a los fondos de cohesión europea que allí gastan a espuertas). He de decir que en todo aquello que se puede limpiar, se limpia. Es decir, que la arena suele ser limpiada a diario, o casi, yo que sé, por las máquinas que tiene el ayuntamiento. Pero claro, hay un dicho que afirma que "la mierda que echas al mar, el mar te lo devuelve", y he de indicar que quien lanzara tal comentario, debía de ser de Melilla o los alrededores, porque en esa parte de la playa que delimita el borde de la arena y comienza el agua, allí donde las máquinas no pueden entrar a limpiar, lo que viene a llamarse la orilla propiamente dicha, suele haber un perímetro de unos dos o tres metros de ancho que sólo podría calificar de auténtico vertedero en algunas partes de lo que ellos llaman playa. ¿Alguna vez has visto en la misma orilla de la playa un cagarro de perro? yo sí. Porque compresas, te las encuentras en todos los sitios (en mayor o menor medida, ya que realmente son un clásico), pero una mierda de perro de esas grandes (de pastor alemán por lo menos y ya crecidito, no te vayas a creer) en mitad de la arena recién puesto... joder, eso es más complicado. Si eres capaz de obviar ese zona perimetral de mierda y basura, y le echas huevos para bañarte, pues eso, que eres un valiente y que a tí no te mata cualquier cosa.
En relación a las playas de Melilla hay varios mitos:
- "La playa es que se ensucia durante el día, pero por la mañana si vas temprano está limpia". ¡Joder! ¿hay que ir a las 8 de la mañana o qué? porque lo que tengo claro es que para levantarme temprano ya tengo mi trabajo, y lo que es a mí, en una playa no me verán, como mínimo, hasta las 11 o las 12 de la mañana, que para madrugar tengo el resto del año.
- "Cuando sopla el viento de levante la playa se ensucia, si es poniente, no". En Melilla es muy fácil saber si el viento es de levante o de poniente (esto es completamente en serio): cuando sopla de levante la brisa viene del mar y por lo tanto la brisa es más fresquita. Si sopla de poniente, viene del continente y es muy cálida. Pues bien, la teoría melillense dice que si es de levante, el aire trae la mierda que hay mar adentro hacia la costa (lo cual me hace pensar que los peces del interior del mar están comiendo siempre patatas fritas de bolsa, bebiendo en botellas de vidrio de color verde y están cambiándose continuamente de compresas, lo cual es digno de estudio por sí solo, ojo); y si sopla de poniente, el aire arrastra esa mierda hacia el interior del mar y la playa está limpia. ¿Fácil no? Pues bien, mi teoría es que si te fijas en esto, en Melillla siempre sopla el aire de levante.
Hay otro mito relacionado con Melilla y es que se creen sus propias historias. Lo explico con dos ejemplos:
- La televisión local de Melilla deja a Telemadrid como un ejemplo de pluralidad y ausencia de sesgo en la información. Ahí queda eso, para empezar. En realidad ver un informativo de TeleMelilla, que es como se llama el invento, es como cogerse el Boletín Oficial de Melilla y ponerle voz. Es un panfleto propagandistico de primer orden que haría sonrojar de envidia a programas como El gato al agua (Interconomía) o Hablando claro (Telemadrid). Pues bien, en uno de esos boletines oficiales escucho al consejero o concejal, como se llame allí, de Medio ambiente decir (a mitad de agosto, eh....): "este año, aunque parezca una cifra exagerada, se ha superado el millón de visitantes a nuestras playas".... Y lo dice así, sin parpadear ni nada. Recordemos que la ciudad tiene unos 75.000 habitantes y el turismo foráneo brilla por su casi total ausencia. Lo cual me lleva a pensar: ¿desde qué siglo empezó el recuento de visitas para decir que son un millón? ¿cuántas veces han contado a los mismos visitantes? ¿¿¡¡¡UN MILLÓN!!!?? Un poco exagerado, me pareció a mi el concejal de medio ambiente.
- Hay una cosa que no termino de comprender: en Melilla existe la creencia de que su ayuntamiento, el edificio me refiero (que sí, es bonito, para qué engañarnos) es el quinto más bonito de España. Y punto. El día que alguien de allí me diga cuáles son los otros cuatro, me quedaré flipado y es que yo creo que esto es como una bola de nieve (como el comentario del concejal: lo dice, se queda tan agusto y sienta jurisprudencia, ¡toma castaña!). Y es que me imagino un dia alguien (no sé quién) viendo fotos de ayuntamientos españoles y llegando a la conclusión: "coño, pues el de Melilla parece que es el sexto más bonito de España... ¡no!, el quinto, porque es más bonito que ese". Y lo fue diciendo por todos los lados, hasta que quedó como verdad absoluta. Y si no haz la prueba, pregunta a los melillenses si saben cuáles son los otros cuatro... ¡NADIE LO SABE!
De cualquier forma, sí que es verdad que en las playas de Melilla es posible encontrar algunas cosas que las hacen especiales. Una de ellas es que no es habitual bañarse a 10 metros de una frontera oficial de la CEE. Y es que al final de la que se llama Playa del hipódromo (no, no hay hipódromo, pero es como cuando a la gente de Madrid le da por decir: "la carretera de la playa [de Madrid]"... manda huevos...) está el límite fronterizo sur con Marruecos, marcado por un dique artificial que delimita claramente con el territorio marroquí. Y como tal frontera que es, y más en este caso, se encuentra muy protegida por torres de vigilancia de la Guardia Civil dispuestas por todo el perímetro fronterizo cada 100 o 200 metros aproximadamente.
Por otra parte, la verdad es que el baño en estas playas es muy ameno ya que es posible estar comodamente tomando el sol y estar viendo continuamente cómo entran y salen los barcos tanto en el puerto de Melilla como en el de Nador (está uno en frente del otro) y comparten, por así decirlo la misma bocana de entrada al puerto, ya que ambos están dispuestos de tal forma que forman una enorme "O" abierta por uno de sus lados. El marroquí es un puerto que tiene mucho más movimiento que el español, al cual sólo llegan los ferrys procedentes de Almería y Málaga, y algún que otro barco mercante que se habrá perdido, y es casi continuo el movimiento de embarcaciones si estás bañandote o tomando el sol. Además os recuerdo que desde la playa es perfectamente visible "La maniobra de la muerte" de los aviones durante su maniobra de aproximación al aeropuerto de Melilla.
Pues eso, hay otras cosas que debes saber por si vas a pasar unos días alli, sobre todo si llevas tu coche o piensas alquilar uno por allí, y quieres salir vivo de la experiencia. Pero eso lo dejamos para la última parte de este reportaje (prometo que es la última).
Otros capítulos.
Las aventuras africanas de Calamardo (I).El viaje en avión
Las aventuras africanas de Calamardo (II). El viaje a Melilla en barco (1)
Las aventuras africanas de Calamardo (III). El viaje a Melilla en barco (y2)
Las aventuras africanas de Calamardo (IV). Melilla la vieja
Las aventuras africanas de Calamardo (V). Toca comer y te regalo la receta del auténtico pinchito moruno
Pues vamos a ir terminando con este especial dedicado a mis viajes y experiencias con Melilla, comentando algunas cosillas que es conveniente saber si vas a pasar unos días por allí y necesitas información básica para subsistir. Insisto en que es una ciudad a la que merece la pena ir en algún momento para pasar unos días muy agradables por allí.
En cuanto a las playas, el melillense está muy orgulloso de ellas. No sé por qué, pero lo está.
En realidad el carácter melillense es marcadamente egocéntrico y muy chauvinista con respecto a su ciudad, que lleva al extremo en todos los aspectos: piensa que todo el mundo debe saber dónde esta Melilla, quien es su presidente, su año de fundación, número de habitantes, etc... Como si cualquier otro habitante de la península supiera poner en el mapa y conocer esos datos de, por ejemplo, Palencia o Zamora. El melillense se ofende si no conoces algo de Melilla, ellos lo consideran casi una obligación (imagino que será parte de su complejo de lejanía). Todo ello, además, acrecentado por una autocomplacencia que a veces llega a la exasperación. Está bien que uno ame y valore lo suyo, pero es sano también un poco de autocrítica que, desde luego, allí no existe, para mejorar las cosas susceptibles de ser mejoradas. El mejor ejemplo, para mí, son sus playas. Para el melillense son magníficas, pero la realidad es que no sólo no ofrecen nada nuevo ni especialmente interesante para alguien que venga de la península si no que además, te llevarás una desagradable sorpresa si les haces caso a pies juntillas a todo lo que te dicen. En realidad Melilla no está preparada para el turismo, y los melillenses tampoco. Ojo, son muy agradables, cordiales y realmente muy acogedores, pero no comprenden lo que significa atraer el turismo, porque a pesar de oirles hablar del tema, no es algo que les preocupe realmente ni en lo que ponen especial esfuerzo.
Melilla es una ciudad que vive subvencionada: no tiene agricultura, no produce nada y no hay fábricas, por lo que el sector primario y secundario de su economía es totalmente inexistente, y en cuanto al tercero, el comercio está en manos, casi en su totalidad, de los marroquíes (los productos agrícolas de la ciudad provienen casi todos de Marruecos), hindús y hebreos, a los que últimamente se les han añadido los chinos. El único activo con el que cuenta es su funcionariado, que es a lo que se dedica con pasión el melillense. Y además, es una ciudad anestesiada, sedada ante la realidad que le rodea. Tengo la impresión de que la sociedad ha sido "domada" a base de subvenciones y partidas presupuestarias de papá Estado y mamá Europa, porque está claro que una ciudad como Melilla, ubicada donde está, no puede sino tener una historia plagada de gente con coraje y ganas de ir hacia adelante, algo que parece que ya no existe, las cosas como son.
Yo tengo la costumbre, buena o mala, de hablar de mi propia experiencia y mi experiencia como turista en Melilla es muy mala con, por ejemplo, los hoteles de allí. En cierta ocasión en la que me casé en Melilla, como es lógico tuvimos que alojar a parte de la familia Calamarda (que se pegó el viaje desde la península) en un hotel y escogimos, no recuerdo por qué, el "Rusadir". La oferta hotelera de Melilla no es precisamente amplia ni en cantidad ni en calidad, así que dejémoslo ahí. Recuerdo que en la inauguración del Hotel Melilla Puerto (el último hasta la fecha que han construido) cuando fue la televisión local a hacer un reportaje al estilo de "Melilla directo", la presentadora recalcó, impresionada y llena de alegría, el hecho de que el buffet del desayuno fuera tan completo que hasta había bacon... ¡toma ya! Pues bien, como la fecha del enlace matrimonial entre Calamardo y la que en aquellos momentos era futurible Sra. Calamarda estaba más o menos clara desde que una tarde en la que unos amigos, aprovechando el efecto que unas cañas habían provocado sutil y animosamonte en nuestras almas y mentes, nos animaron a elegirla (¡ay! quién pudiera dar marcha atrás o simplemente aguantar mejor la bebida...); pues digo, como la fecha la teniamos clara desde un principio, en cuanto hubo coincidencias con las fechas propuestas, por su parte, por el clero, decidimos que había que hacer las reservas de habitaciones correspondientes, con toda la antelación que fuera necesario para evitar cualquier problema.
Y cuando hablo de antelación, quiero decir antelación. Vamos, que las habitaciones fueron reservadas y confirmadas varios meses antes, incluso insistíamos en pagarlas para asegurarnos su disponibilidad, pero no nos dejaron pagarlas...
Y claro, no todo iba a ser tan fácil tratándose de Melilla. Resulta que la fecha de la boda coincidía con un certamen de bandas de música militar (sí, así como suena...), certamen del cual nosotros tuvimos a bien conocer su existencia la misma mañana que fuimos al hotel a hacer uso de las habitaciones previamente reservadas con meses de antelación, y darnos cuenta de que dichas reservas se las habían pasado los del hotel por el forro de la bandera de la primera agrupación musical que se pasó por allí buscando habitaciones. Ahora suena a gracioso, que si que risa, que si ja ja... pero maldita la gracia que nos hizo aquello. Al final conseguimos arreglarlo, pero echándonos unas voces y alguna que otra licencia lingüística metafórica, para hacerle ver al encargado del hotel que aquello era una mierda como una catedral de grande y que no se enfadara mucho, porque las habitaciones, lo que es necesitar, las necesitábamos de verdad.
Porque aquí amigo, viene otra enseñanza y moraleja que debes aprender: el melillense es muy amable y todo lo que tú quieras, pero en ocasiones te meterá sutilmente el dedo en el ojo, poco a poco como el que no quiere la cosa. Tú te preguntarás: "¡Coño! ¿me está metiendo el dedo en el ojo o es impresión mía?"... irá metiéndotelo cada vez más profundo (se lo lavará previamente con alcohol, si es necesario)... hasta que tú saltes y protestes porque estás ya hasta los cojones del dedito. Entonces, y sólo entonces, el melillense te dirá: "¡coño!, no te pongas así, si tanto te molestaba haberlo dicho antes, pero no hace falta que te pongas de esa manera". O sea, que al final, la victima eres tú. Toma nota. Este consejo te lo doy gratis para que vayas aprendiendo.
Pero volvamos al tema de las playas.
Es cierto que tiene unos dos kilómetros de costa, de playas de arena y en teoría muy acogedoras y con buena pinta, hasta que te vas acercando y ves en detalle más de cerca cómo está la cosa. Es cierto que todas ellas tienen una gran cantidad de servicios y están muy bien, realmente bien, equipadas, con todo tipo de cosas y acomodadas incluso para que los invidentes puedan hacer uso de ellas sin problemas. Pero he aquí que no todo lo puede conseguir la pasta oficial (pasta de la que en Melilla disfrutan a manos llenas gracias a los fondos de cohesión europea que allí gastan a espuertas). He de decir que en todo aquello que se puede limpiar, se limpia. Es decir, que la arena suele ser limpiada a diario, o casi, yo que sé, por las máquinas que tiene el ayuntamiento. Pero claro, hay un dicho que afirma que "la mierda que echas al mar, el mar te lo devuelve", y he de indicar que quien lanzara tal comentario, debía de ser de Melilla o los alrededores, porque en esa parte de la playa que delimita el borde de la arena y comienza el agua, allí donde las máquinas no pueden entrar a limpiar, lo que viene a llamarse la orilla propiamente dicha, suele haber un perímetro de unos dos o tres metros de ancho que sólo podría calificar de auténtico vertedero en algunas partes de lo que ellos llaman playa. ¿Alguna vez has visto en la misma orilla de la playa un cagarro de perro? yo sí. Porque compresas, te las encuentras en todos los sitios (en mayor o menor medida, ya que realmente son un clásico), pero una mierda de perro de esas grandes (de pastor alemán por lo menos y ya crecidito, no te vayas a creer) en mitad de la arena recién puesto... joder, eso es más complicado. Si eres capaz de obviar ese zona perimetral de mierda y basura, y le echas huevos para bañarte, pues eso, que eres un valiente y que a tí no te mata cualquier cosa.
En relación a las playas de Melilla hay varios mitos:
- "La playa es que se ensucia durante el día, pero por la mañana si vas temprano está limpia". ¡Joder! ¿hay que ir a las 8 de la mañana o qué? porque lo que tengo claro es que para levantarme temprano ya tengo mi trabajo, y lo que es a mí, en una playa no me verán, como mínimo, hasta las 11 o las 12 de la mañana, que para madrugar tengo el resto del año.
- "Cuando sopla el viento de levante la playa se ensucia, si es poniente, no". En Melilla es muy fácil saber si el viento es de levante o de poniente (esto es completamente en serio): cuando sopla de levante la brisa viene del mar y por lo tanto la brisa es más fresquita. Si sopla de poniente, viene del continente y es muy cálida. Pues bien, la teoría melillense dice que si es de levante, el aire trae la mierda que hay mar adentro hacia la costa (lo cual me hace pensar que los peces del interior del mar están comiendo siempre patatas fritas de bolsa, bebiendo en botellas de vidrio de color verde y están cambiándose continuamente de compresas, lo cual es digno de estudio por sí solo, ojo); y si sopla de poniente, el aire arrastra esa mierda hacia el interior del mar y la playa está limpia. ¿Fácil no? Pues bien, mi teoría es que si te fijas en esto, en Melillla siempre sopla el aire de levante.
Hay otro mito relacionado con Melilla y es que se creen sus propias historias. Lo explico con dos ejemplos:
- La televisión local de Melilla deja a Telemadrid como un ejemplo de pluralidad y ausencia de sesgo en la información. Ahí queda eso, para empezar. En realidad ver un informativo de TeleMelilla, que es como se llama el invento, es como cogerse el Boletín Oficial de Melilla y ponerle voz. Es un panfleto propagandistico de primer orden que haría sonrojar de envidia a programas como El gato al agua (Interconomía) o Hablando claro (Telemadrid). Pues bien, en uno de esos boletines oficiales escucho al consejero o concejal, como se llame allí, de Medio ambiente decir (a mitad de agosto, eh....): "este año, aunque parezca una cifra exagerada, se ha superado el millón de visitantes a nuestras playas".... Y lo dice así, sin parpadear ni nada. Recordemos que la ciudad tiene unos 75.000 habitantes y el turismo foráneo brilla por su casi total ausencia. Lo cual me lleva a pensar: ¿desde qué siglo empezó el recuento de visitas para decir que son un millón? ¿cuántas veces han contado a los mismos visitantes? ¿¿¡¡¡UN MILLÓN!!!?? Un poco exagerado, me pareció a mi el concejal de medio ambiente.
- Hay una cosa que no termino de comprender: en Melilla existe la creencia de que su ayuntamiento, el edificio me refiero (que sí, es bonito, para qué engañarnos) es el quinto más bonito de España. Y punto. El día que alguien de allí me diga cuáles son los otros cuatro, me quedaré flipado y es que yo creo que esto es como una bola de nieve (como el comentario del concejal: lo dice, se queda tan agusto y sienta jurisprudencia, ¡toma castaña!). Y es que me imagino un dia alguien (no sé quién) viendo fotos de ayuntamientos españoles y llegando a la conclusión: "coño, pues el de Melilla parece que es el sexto más bonito de España... ¡no!, el quinto, porque es más bonito que ese". Y lo fue diciendo por todos los lados, hasta que quedó como verdad absoluta. Y si no haz la prueba, pregunta a los melillenses si saben cuáles son los otros cuatro... ¡NADIE LO SABE!
De cualquier forma, sí que es verdad que en las playas de Melilla es posible encontrar algunas cosas que las hacen especiales. Una de ellas es que no es habitual bañarse a 10 metros de una frontera oficial de la CEE. Y es que al final de la que se llama Playa del hipódromo (no, no hay hipódromo, pero es como cuando a la gente de Madrid le da por decir: "la carretera de la playa [de Madrid]"... manda huevos...) está el límite fronterizo sur con Marruecos, marcado por un dique artificial que delimita claramente con el territorio marroquí. Y como tal frontera que es, y más en este caso, se encuentra muy protegida por torres de vigilancia de la Guardia Civil dispuestas por todo el perímetro fronterizo cada 100 o 200 metros aproximadamente.
La foto está hecha con un móvil recién comprado al que todavía no sabía sacarle mejor partido, de ahí la mala calidad. A este lado del dique, la playa del hipódromo, al otro lado, parte del puerto de Nador
Por otra parte, la verdad es que el baño en estas playas es muy ameno ya que es posible estar comodamente tomando el sol y estar viendo continuamente cómo entran y salen los barcos tanto en el puerto de Melilla como en el de Nador (está uno en frente del otro) y comparten, por así decirlo la misma bocana de entrada al puerto, ya que ambos están dispuestos de tal forma que forman una enorme "O" abierta por uno de sus lados. El marroquí es un puerto que tiene mucho más movimiento que el español, al cual sólo llegan los ferrys procedentes de Almería y Málaga, y algún que otro barco mercante que se habrá perdido, y es casi continuo el movimiento de embarcaciones si estás bañandote o tomando el sol. Además os recuerdo que desde la playa es perfectamente visible "La maniobra de la muerte" de los aviones durante su maniobra de aproximación al aeropuerto de Melilla.
Atención señores viajeros, el barco procedente de Málaga está procediendo a entrar en puerto. No se olviden de sus pertenencias de mano. El último que salga que apague la luz
A la vista de estas dos fotos con tal mala calidad dos cosas saltan a la vista:
- Las playas de Melilla no son las más idóneas para practicar surf, porque las olas brillan por su ausencia. Esto es debido a que se encuentran encerradas entre tanto dique fronterizo y tanto rompeolas. Una de las pocas diversiones que tienen es cuando, al entrar y salir el barco del puerto, por efecto de las ondas y el movimiento de la propia embarcación, se producen unas cuantas olas producto de las ondas que genera el barco y que hay que aprovechar cuando se forman y llegan a la orilla, mansamente.
- Para que el agua te cubra un poco debes de llegar, por lo menos, a la mitad del Mar Mediterráneo porque, encajonadas como están las playas, imagino que se regeneran poco, que además, será la misma causa de la suciedad de sus aguas.
Lo que si tiene bueno Melilla es que esta rodeada por innumerables calitas, muchas de las cuales sólo son accesibles si vas en barca. Una de ellas es la de esta foto:
Siguiendo con los experimientos fotográficos, he unido como he podido con Photoshop dos fotos que de por sí ya fueron ambos experimentos de fotos con luz nocturna. Al final tenemos una cosa más o menos decente.
Es una cala, que no recuerdo su nombre ahora, a la que ahora se llega fácilmente gracias a una de esas obras típicas de Melilla que se hacen "por cojones" y por dinero. Bordeando la costa se ha creado una carretera que cuyo coste imagino que será el mismo que si en vez de haberla hecho con alquitrán y hormigón, como todas, la hubieran asfaltado con billetes de 500 euros, porque ha tenido que costar un pastón tirar por ahí una carretera, donde antes sólo había mar y roca... en fin. De esta forma, se puede llegar en coche hasta una de las calitas que rodean la ciudad, a los mismos pies de los llamados acantilados de Aguadú.
Otros capítulos.
Las aventuras africanas de Calamardo (I).El viaje en avión
Las aventuras africanas de Calamardo (II). El viaje a Melilla en barco (1)
Las aventuras africanas de Calamardo (III). El viaje a Melilla en barco (y2)
Las aventuras africanas de Calamardo (IV). Melilla la vieja
Las aventuras africanas de Calamardo (V). Toca comer y te regalo la receta del auténtico pinchito moruno
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Mis recetas favoritas: Pan casero de harina de centeno
Como a cualquier cocinillas de tres al cuarto como yo que se precie, nos gusta tener un montón de aparatos en la cocina para hacer las más variadas cosas. Recién llegada mi picadora de hielo para poder hacerme mojitos como a mí me gustan cada vez que me dé la gana, mi colección va desde la típica picadora hasta una maquinita manual para hacer croquetas de forma fácil y más o menos limpia (ya le tocará el turno al post de las croquetas un día de éstos), pasando por la maquina que comento a continuación: mi panificadora Biffinett.
Esta panificadora es la famosa que ponen a la venta en el Lidl y la verdad es que tiene una relación calidad/precio muy alta: permite realizar todo el proceso de elaboración del pan, desde el amasado y el fermentado hasta la propia cocción. Por esta razón es un producto que se agota muy deprisa y hay que estar pendiente si quieres comprarte una. Lo mejor es que hagas como yo: si estás interesado en una, apúntate al servicio de alertas del Lidl y te mandarán correos semanales con las ofertas de la semana siguiente. Sólo has de estar al tanto de cuándo la ponen en venta y estar allí a primera hora. Y cuando digo primera hora, no exagero, yo fuí a las 11 de la mañana de ese mismo día y ya no quedaban. Así que tuve que tirar de Noara para que me la comprara en en un pueblecito muy feo al lado de Fondo de Bikini. También puedes comprarla (de otras marcas, de Biffinett no) en tiendas de electrodomésticos, pero que sepas que te costará casi el doble y tendrá las mismas (o menos) funciones que ésta. Tú mismo.
Yo sin embargo, la uso sólo para pan y para los procesos de amasado (que es lo más pesado) y la fermentación, ya que me gusta más como me queda el pan si lo horneo en mi horno. Además, la uso para hacer las masas de pizza, y en las instrucciones pone que es válido hasta para hacer mermeladas y un montón de cosas más. Algún día probaré a hacer pan de molde, que en realidad es el invento perfecto para ello. Últimamente la harina que uso para hacer pan es un preparado que venden en el propio Lidl de harina de centeno, que da unos resultados realmente excelentes, consiguiendo un pan de molla muy consistente, y muy rico de sabor. De vez en cuando hago pan "normal", y uso harina de trigo y levadura de panadero. Y aquí toca hacer dos consideraciones importantes sobre ambos puntos que he aprendido con mi propia experiencia y buscando cosas por internet. No se puede hablar de hacer pan si antes no hablamos un poquito de los tipos de harina y de las levaduras.
- La harina. Realmente hay muchas clases de harina de trigo, pero lo normal es que para el pan se use la que se llama de "fuerza", la cual se diferencia de la normal o reposteria en que es menos "refinada", conteniendo más gluten y más proteinas, que es lo que hace que, unido a la acción de la levadura, el pan fermente bien y luego durante la cocción se airee mucho mejor y se consiga un pan muy esponjoso. En realidad se puede hacer pan con el otro tipo de harina, pero problamente no te salga tan esponjoso, pues no tiene tanta cantidad de esos elementos. Lo malo es que la harina de fuerza no es fácil de encontrar. Yo suelo comprarla en el Mercadona o en el supermercado de El Corte Inglés, ya que desgraciadamente España no es un país con tradición harinera y es probable que sea relativamente complicado encontrarla. Si tienes confianza con tu panadero/a, quizá es posible que te venda. Es cuestión de probar suerte.
Bueno, y esto nos lleva a diferenciar lo que es la levadura de panadero (la de los bichitos) con la levadura química (la del tipo Royal, para entendernos) que se usa sobre todo en los bizcochos y que no necesita fermentación previa, pues el efecto de esponjado lo realiza durante el horneado al combinarse con las grasas u otros elementos presentes en la harina. No se os ocurra hacer pan con la levadura Royal, porque no saldrá. A su vez, la levadura de panadero puede encontrarse de dos formas: fresca o en polvo (seca y granulada). Creo que en Madrid está prohibido que el propio panadero venda la levadura que usa para sus panes, asi que a no ser que tengas mucha confianza con el panadero o panadera, no lo intentes, te dirán que nones. Así que hay que buscarse la vida. Esto tiene su lógica si pensamos que la levadura en realidad es un criadero de bacterias, como hemos dicho antes. Anteriormente yo compraba fresca en el Mercadona (la puedes encontrar en la sección de refrigerados), pero le añadía un sabor muy fuerte y característico al pan ,así que dejé de usarla. Ahora utilizo un par de marcas de levadura en polvo que me dan el mismo resultado, pero más neutras en cuanto a sabor y que encuentro fácilmente en el Eroski de al lado de casa: las marcas son Vahiné y Maizena. Por otro lado, la levadura seca es más fácil de conservar que la fresca, ya que simplemente cerrando bien el sobrecito una vez que se ha usado una parte, es suficiente para que no entre la humedad que terminaría deteriorándola. Si el sobre no está abierto, pues simplemente su vida la marca la fecha de caducidad, claro. Por su parte, la levadura fresca tiene un período de vida más corto y, aunque se puede congelar y usarse descongelada, yo he notado que pierde eficacia.
Bien, pues la forma de hacer este pan de harina de centeno (que ya lleva incorporada en este caso la levadura en polvo) es la siguiente:
- Echo la cantidad exacta de harina en la panificadora. De casa de la Sra. Tentáculos en Fondo de Bikini cogí un peso electrónico de precisión (que allí ya no utilizaban) para tener tambien la cantidad exacta de harina y así ajustarme lo máximo posible a las recomendaciones del fabricante.
- De acuerdo con la cantidad de harina incorporo, con exactitud, la cantidad de agua que indica el fabricante, con un pellizco de sal, previamente templada al fuego. La panificadora lleva un pequeño vasito con medidas que hace que coger la cantidad de agua correcta en relación a la cantidad de harina sea más fácil. Y cuando digo agua templada es agua templada, no hirviendo ni muy caliente. Has de poder meter el dedo en el agua y no quemarte, simplemente notarla más caliente que tú. La razón es evidente: si la calientas mucho, terminarás matando a los bichitos antes de que se suelten sus pedos que tanto placer nos producen. Tenemos claro que van a terminar muriendo los pobres, pero no los mates antes de tiempo. Y que no te dé pena: el objetivo noble y vital de esos bichitos es pegarse pedos para nuestros panes, ¡total, si no saben hacer otra cosa!
En el caso de mi panificadora, una vez que la harina y el agua se mezclan, comienza el programa que yo haya seleccionado: se empieza a amasar y a realizarse los procesos de fermentación adecuados, en un proceso que dura aproximadamente tres horas. Lo digo porque tienes que calcular más o menos para que esté listo para la hora de comer y comerlo recién hecho. También es posible usar un encendido con temporizador y puedes levantarte por la mañana con el pan recien hecho, pero he de decir que esto aún no lo he usado.
Si en vez de hacerla con el preparado del Lidl que ya lleva la levadura incorporada, uso harina de fuerza normal, el proceso es el mismo pero he de echar un sobre de levadura seca de panadero en la harina, antes de echar el agua templada con la sal. Si has usado levadura fresca, previamente has de haberla disuelto en un poco del agua templada antes de echarla a la harina.
Si no tienes panificadora, pues te toca darle un poco a las manos para el amasado, luego la fermentación puedes hacerla en un recipiente tapado con un paño de cocina (limpio) en un lugar templado y alejado de las corrientes de aire. Es más pesado, pero así lo hacía yo antes y conseguía buenos resultados también. Lo bueno de la panificadora es que antes del último amasado y posterior fermentación, te avisa con un pitido que puedes añadir algún ingrediente para enriquecer el pan: nueces, ajo, cebolla, orégano... lo que te guste. Yo una vez puse chorizo picadito, y juré desde entonces que no lo volvería a hacer más, porque aquello estaba buenísmo de la muerte y me lo comía todito. Eso sí, lo bueno de hacer tú tu propio pan, es que lleva menos grasas que los que compras en panaderías, y un poco más sano sí que es, las cosas como son.
Como he dicho antes, aunque la panificadora permite el horneado, yo prefiero sacar la masa despues de la ultima fermentación y echarla sobre la bandeja del horno (el cual tendremos precalentado a máxima potencia), en la que previamente habremos puesto un papel de esos de parafina para que no se pegue, enharinándolo un poco si se desea. Le doy forma a la masa con las manos humedecidas ligeramente y por último hago un par de cortes en la parte de arriba con un cuchillo ligeramente humedecido también, espolvoreando un poco de harina por la parte superior con la punta de los dedos para que luego el pan coja una apariencia más casera. Acto seguido se mete en el horno a una temperatura de aproximadamente 210 grados a mitad de altura. Este proceso ha de hacerse lo más rápidamente posible para que la fermentación de la masa no sufra más de lo necesario y el pan se "baje" un poco. Un truco para conseguir una corteza más crujiente es poner, en algún recipiente que se pueda meter en el horno, un poco de agua durante el horneado. No sé por qué, pero es un truco que leí por ahí y que da resultado.
El caso es que despues de un horneado de 45-60 minutos tenemos un delicioso olor a pan por toda la casa y en la encimera un premio a nuestro esfuerzo:
Como cualquier otro pan casero, te aguantará perfectamente varios días. En este caso se hizo con 500 gramos de harina, obteniendo así una pieza de aproximadamente 750 gramos: un pan recio, fuerte, de miga consistente y oscura, con corteza crujiente y gruesa, que es bastante fácil comerse de una sentada si lo acompañas de las viandas correspondientes (si haces alguna comida con salsa para hacer barquitos... estás perdido amigo). Yo hago pan muy de vez en cuando, y es que yo me conozco y sé lo que pasa, pero la verdad es que es muy satisfactorio comerse el pan que hace uno mismo, sobre todo si sale bueno, claro.
Además, al hacer tú mismo la masa de tú pan, es posible hacer una cosa que, cuando yo la hice, no sabía que existía y que tenía nombre: pan preñado. Un día, una vez que tenía la masa ya fermentada y me disponía a hacer los panes, se me ocurrió que podía ser interesante hacer el pan relleno de algo, la idea que se me vino a la cabeza fue hacer como un bollicao, pero en vez de rellenarlo de chocolate, pues de chorizo. Y dicho y hecho. Hice piezas más pequeñas que las que inicialmente tenía pensado hacer y en cada una de ellas puse un relleno diferente: chistorra, pate, queso, atún con tomate... lo que te apetezca. He de decir que especialmente buenos son los de queso, pues durante la cocción evidentemente el queso se va fundiendo, pero lo bueno viene porque al final termina desbordando el propio pan, creando una costra de queso crujiente deliciosa. Hace tiempo que no lo hago, pero es cuestión de retomar la idea un día de éstos.
Que aproveche
Esta panificadora es la famosa que ponen a la venta en el Lidl y la verdad es que tiene una relación calidad/precio muy alta: permite realizar todo el proceso de elaboración del pan, desde el amasado y el fermentado hasta la propia cocción. Por esta razón es un producto que se agota muy deprisa y hay que estar pendiente si quieres comprarte una. Lo mejor es que hagas como yo: si estás interesado en una, apúntate al servicio de alertas del Lidl y te mandarán correos semanales con las ofertas de la semana siguiente. Sólo has de estar al tanto de cuándo la ponen en venta y estar allí a primera hora. Y cuando digo primera hora, no exagero, yo fuí a las 11 de la mañana de ese mismo día y ya no quedaban. Así que tuve que tirar de Noara para que me la comprara en en un pueblecito muy feo al lado de Fondo de Bikini. También puedes comprarla (de otras marcas, de Biffinett no) en tiendas de electrodomésticos, pero que sepas que te costará casi el doble y tendrá las mismas (o menos) funciones que ésta. Tú mismo.
Yo sin embargo, la uso sólo para pan y para los procesos de amasado (que es lo más pesado) y la fermentación, ya que me gusta más como me queda el pan si lo horneo en mi horno. Además, la uso para hacer las masas de pizza, y en las instrucciones pone que es válido hasta para hacer mermeladas y un montón de cosas más. Algún día probaré a hacer pan de molde, que en realidad es el invento perfecto para ello. Últimamente la harina que uso para hacer pan es un preparado que venden en el propio Lidl de harina de centeno, que da unos resultados realmente excelentes, consiguiendo un pan de molla muy consistente, y muy rico de sabor. De vez en cuando hago pan "normal", y uso harina de trigo y levadura de panadero. Y aquí toca hacer dos consideraciones importantes sobre ambos puntos que he aprendido con mi propia experiencia y buscando cosas por internet. No se puede hablar de hacer pan si antes no hablamos un poquito de los tipos de harina y de las levaduras.
- La harina. Realmente hay muchas clases de harina de trigo, pero lo normal es que para el pan se use la que se llama de "fuerza", la cual se diferencia de la normal o reposteria en que es menos "refinada", conteniendo más gluten y más proteinas, que es lo que hace que, unido a la acción de la levadura, el pan fermente bien y luego durante la cocción se airee mucho mejor y se consiga un pan muy esponjoso. En realidad se puede hacer pan con el otro tipo de harina, pero problamente no te salga tan esponjoso, pues no tiene tanta cantidad de esos elementos. Lo malo es que la harina de fuerza no es fácil de encontrar. Yo suelo comprarla en el Mercadona o en el supermercado de El Corte Inglés, ya que desgraciadamente España no es un país con tradición harinera y es probable que sea relativamente complicado encontrarla. Si tienes confianza con tu panadero/a, quizá es posible que te venda. Es cuestión de probar suerte.
- La levadura. Para decirlo para que se entere todo el mundo: en realidad la levadura para el pan son bichitos microscópicos que se comen las proteinas de la harina, luego se pegan unos cuescos del copón (las proteinas les producen gases) y es lo que hace que el pan se esponje. Dicho así... miraremos ahora el pan de otra forma, ¿verdad?, pero básicamente es que es así. Con el horneado esos bichitos se mueren, y por eso no pasa nada. En realidad, y aquí viene lo bueno, el pan realmente bueno se hace con una cosa que se llama "masa madre" que no es sino un auténtico vivero de bacterias, que luego se echa a la harina como método de fermento. El objetivo de cultivar masa madre para el pan es hacer funcionar esos bichitos (bacterias y microorganismos) por lo que se utiliza harina y un poco de agua tibia (y algunos otros ingredientes más, que ya depende de la pericia de cada uno), es decir, se le añaden nutrientes para cebarlos y que se pongan hermosos, para que luego (cuando ya se tiene esa masa madre funcionando) se eche a la propia harina con la que se va a hacer el pan, se coman más nutrientes y se suelten sus pedos on efecto espongicida. Toma ya. Yo una vez quise hacer masa madre, y buscando por internet encontré una página muy interesante (no tengo su dirección ahora por aquí) donde se decía la forma de hacerla paso a paso (es algo relativamente complicado, sobre todo mantenerla con el tiempo, ya que en realidad casi se convierte en un organismo vivo) pero decidí que si quería seguir comiendo pan, lo mejor era no intentarlo nunca.
Bueno, y esto nos lleva a diferenciar lo que es la levadura de panadero (la de los bichitos) con la levadura química (la del tipo Royal, para entendernos) que se usa sobre todo en los bizcochos y que no necesita fermentación previa, pues el efecto de esponjado lo realiza durante el horneado al combinarse con las grasas u otros elementos presentes en la harina. No se os ocurra hacer pan con la levadura Royal, porque no saldrá. A su vez, la levadura de panadero puede encontrarse de dos formas: fresca o en polvo (seca y granulada). Creo que en Madrid está prohibido que el propio panadero venda la levadura que usa para sus panes, asi que a no ser que tengas mucha confianza con el panadero o panadera, no lo intentes, te dirán que nones. Así que hay que buscarse la vida. Esto tiene su lógica si pensamos que la levadura en realidad es un criadero de bacterias, como hemos dicho antes. Anteriormente yo compraba fresca en el Mercadona (la puedes encontrar en la sección de refrigerados), pero le añadía un sabor muy fuerte y característico al pan ,así que dejé de usarla. Ahora utilizo un par de marcas de levadura en polvo que me dan el mismo resultado, pero más neutras en cuanto a sabor y que encuentro fácilmente en el Eroski de al lado de casa: las marcas son Vahiné y Maizena. Por otro lado, la levadura seca es más fácil de conservar que la fresca, ya que simplemente cerrando bien el sobrecito una vez que se ha usado una parte, es suficiente para que no entre la humedad que terminaría deteriorándola. Si el sobre no está abierto, pues simplemente su vida la marca la fecha de caducidad, claro. Por su parte, la levadura fresca tiene un período de vida más corto y, aunque se puede congelar y usarse descongelada, yo he notado que pierde eficacia.
Bien, pues la forma de hacer este pan de harina de centeno (que ya lleva incorporada en este caso la levadura en polvo) es la siguiente:
- Echo la cantidad exacta de harina en la panificadora. De casa de la Sra. Tentáculos en Fondo de Bikini cogí un peso electrónico de precisión (que allí ya no utilizaban) para tener tambien la cantidad exacta de harina y así ajustarme lo máximo posible a las recomendaciones del fabricante.
- De acuerdo con la cantidad de harina incorporo, con exactitud, la cantidad de agua que indica el fabricante, con un pellizco de sal, previamente templada al fuego. La panificadora lleva un pequeño vasito con medidas que hace que coger la cantidad de agua correcta en relación a la cantidad de harina sea más fácil. Y cuando digo agua templada es agua templada, no hirviendo ni muy caliente. Has de poder meter el dedo en el agua y no quemarte, simplemente notarla más caliente que tú. La razón es evidente: si la calientas mucho, terminarás matando a los bichitos antes de que se suelten sus pedos que tanto placer nos producen. Tenemos claro que van a terminar muriendo los pobres, pero no los mates antes de tiempo. Y que no te dé pena: el objetivo noble y vital de esos bichitos es pegarse pedos para nuestros panes, ¡total, si no saben hacer otra cosa!
En el caso de mi panificadora, una vez que la harina y el agua se mezclan, comienza el programa que yo haya seleccionado: se empieza a amasar y a realizarse los procesos de fermentación adecuados, en un proceso que dura aproximadamente tres horas. Lo digo porque tienes que calcular más o menos para que esté listo para la hora de comer y comerlo recién hecho. También es posible usar un encendido con temporizador y puedes levantarte por la mañana con el pan recien hecho, pero he de decir que esto aún no lo he usado.
Si en vez de hacerla con el preparado del Lidl que ya lleva la levadura incorporada, uso harina de fuerza normal, el proceso es el mismo pero he de echar un sobre de levadura seca de panadero en la harina, antes de echar el agua templada con la sal. Si has usado levadura fresca, previamente has de haberla disuelto en un poco del agua templada antes de echarla a la harina.
Si no tienes panificadora, pues te toca darle un poco a las manos para el amasado, luego la fermentación puedes hacerla en un recipiente tapado con un paño de cocina (limpio) en un lugar templado y alejado de las corrientes de aire. Es más pesado, pero así lo hacía yo antes y conseguía buenos resultados también. Lo bueno de la panificadora es que antes del último amasado y posterior fermentación, te avisa con un pitido que puedes añadir algún ingrediente para enriquecer el pan: nueces, ajo, cebolla, orégano... lo que te guste. Yo una vez puse chorizo picadito, y juré desde entonces que no lo volvería a hacer más, porque aquello estaba buenísmo de la muerte y me lo comía todito. Eso sí, lo bueno de hacer tú tu propio pan, es que lleva menos grasas que los que compras en panaderías, y un poco más sano sí que es, las cosas como son.
Como he dicho antes, aunque la panificadora permite el horneado, yo prefiero sacar la masa despues de la ultima fermentación y echarla sobre la bandeja del horno (el cual tendremos precalentado a máxima potencia), en la que previamente habremos puesto un papel de esos de parafina para que no se pegue, enharinándolo un poco si se desea. Le doy forma a la masa con las manos humedecidas ligeramente y por último hago un par de cortes en la parte de arriba con un cuchillo ligeramente humedecido también, espolvoreando un poco de harina por la parte superior con la punta de los dedos para que luego el pan coja una apariencia más casera. Acto seguido se mete en el horno a una temperatura de aproximadamente 210 grados a mitad de altura. Este proceso ha de hacerse lo más rápidamente posible para que la fermentación de la masa no sufra más de lo necesario y el pan se "baje" un poco. Un truco para conseguir una corteza más crujiente es poner, en algún recipiente que se pueda meter en el horno, un poco de agua durante el horneado. No sé por qué, pero es un truco que leí por ahí y que da resultado.
El caso es que despues de un horneado de 45-60 minutos tenemos un delicioso olor a pan por toda la casa y en la encimera un premio a nuestro esfuerzo:
Como cualquier otro pan casero, te aguantará perfectamente varios días. En este caso se hizo con 500 gramos de harina, obteniendo así una pieza de aproximadamente 750 gramos: un pan recio, fuerte, de miga consistente y oscura, con corteza crujiente y gruesa, que es bastante fácil comerse de una sentada si lo acompañas de las viandas correspondientes (si haces alguna comida con salsa para hacer barquitos... estás perdido amigo). Yo hago pan muy de vez en cuando, y es que yo me conozco y sé lo que pasa, pero la verdad es que es muy satisfactorio comerse el pan que hace uno mismo, sobre todo si sale bueno, claro.
Además, al hacer tú mismo la masa de tú pan, es posible hacer una cosa que, cuando yo la hice, no sabía que existía y que tenía nombre: pan preñado. Un día, una vez que tenía la masa ya fermentada y me disponía a hacer los panes, se me ocurrió que podía ser interesante hacer el pan relleno de algo, la idea que se me vino a la cabeza fue hacer como un bollicao, pero en vez de rellenarlo de chocolate, pues de chorizo. Y dicho y hecho. Hice piezas más pequeñas que las que inicialmente tenía pensado hacer y en cada una de ellas puse un relleno diferente: chistorra, pate, queso, atún con tomate... lo que te apetezca. He de decir que especialmente buenos son los de queso, pues durante la cocción evidentemente el queso se va fundiendo, pero lo bueno viene porque al final termina desbordando el propio pan, creando una costra de queso crujiente deliciosa. Hace tiempo que no lo hago, pero es cuestión de retomar la idea un día de éstos.
Que aproveche
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